Noviembre, 2012
Parece que mi cara debió ser un poema, porque el conductor se empezó a toser de la risa durante varios segundos hasta que volvió a hablar de nuevo.
Era broma, era broma, tranquila.— Le lancé una mirada furibunda.
Creo que ayer no nos presentamos, me llamo Chad, encantado— me extendió su mano huesuda y después de pensármelo detenidamente, la agarré.
Me tranquilicé y mantuve una conversación con él. Me di cuenta de que no parecía tan mala persona cómo pensé al principio. Me contó por qué conducía él los dos autobuses; por lo visto, faltaban conductores en la zona y era una manera de ganar dinero fácil.
Después de hablar un rato, fui a sentarme a los primeros asientos del autobús vacío, al lado de la ventana. Me puse los auriculares y empecé a escuchar música. Unos minutos más tarde vi que subían otras tres personas: un chico y dos chicas de pelo rubio y ojos claros, tanto que parecieran incluso albinos.
Les saludé con efusividad, la verdad es que casi involuntariamente, por la alegría que me dio ver que no era la única de mi edad en aquel pueblo.
Pasaron a mi lado sin mirarme si quiera, iban mirando a la nada, con una expresión seria en la cara y se fueron a sentar justo en las filas de detrás de la mía.
Qué gente más rara— pensé y me volví a colocar los cascos en los oídos. El trayecto del pueblo a la ciudad dónde estaba el instituto duraba casi dos horas.
No me acuerdo cuándo ocurrió exactamente, pero al rato me quedé dormida. Al llegar, una mano pequeña me tocó el hombro. Estaba tan fría que me desperté sobresaltada. La mano era de una de las chicas, que se agarró a mi con fuerza y me acercó su cabeza al oído.
— Ayúdanos.
Lo dijo con un susurro agonizante que me erizó todo el cuerpo. Y sin decir nada más los tres se bajaron del autobús y se dirigieron al instituto. Me quedé en las nubes pensando en lo que acababa de suceder, hasta que el conductor me dijo que ya habíamos llegado. Era ya la tercera vez que lo decía.
Así que me baje y seguí a los extraños jóvenes que había conocido en el autobús, aunque intenté mantener las distancias tanto como fui capaz— tenía miedo de que me volvieran a decir otra cosa inquietante si me acercaba a alguno de ellos.
El día sucedió con bastante tranquilidad: conocí a un par chicas muy agradables que hablaban bastante bien mi idioma y, las clases, no sé si fue por los profesores o porque me gustaban las asignaturas que tuvimos, pero se pasaron en un suspiro.
El instituto era amplio y poseía diversas instalaciones para realizar todo tipo de actividades, entre ellas la natación, deporte que escogí al aceptar la beca y que ya practicaba en mi pueblo natal. Me puse en marcha en dirección a los vestuarios para cambiarme.
— ¡Ey!— me llamó una voz que me resultaba familiar, de haberla escuchado hace relativamente poco...— Tsss, ¡eh, oye!— me volvió a llamar y miré hacia atrás para ver de quien se trataba. Era una de las chicas a las que había conocido por la mañana.— ¿Vas a natación verdad?— Me inquirió y yo la respondí afirmativamente. Pude ver como se iluminó su rostro de felicidad.— Genial, yo también voy— dijo sonriente.
Nos dirigimos juntas a los vestuarios, donde encontramos algunas chicas más de nuestra edad. Nos cambiamos rápidamente y salimos por una especie de túnel que daba directamente a la piscina cubierta, donde nos esperaba el monitor con cara triste y de enfado a partes iguales. Nos cortó el paso y yo empecé a preocuparme por no saber qué estaba pasando. En cambio, a las demás chicas las notaba bastante más tranquilas. Los chicos empezaron a salir por otro túnel, inquietos y ansiosos por empezar a nadar.
— Por hoy, queda terminantemente prohibido sumergirse en esta piscina, tendremos que buscar otra alternativa para poder dar las clases de natación— dijo el monitor con cara de preocupación. Parece que a alguien se le ha ocurrido echar tal cantidad de cloro que es incluso peligroso bañarse— se fue bastante cabreado hasta su despacho y cerró la puerta dejándonos fuera, pero eso no evito que escucháramos la conversación que tuvo por teléfono con el director. Yo por mi parte no entendí casi nada de lo que dijo, ya que hablaba únicamente en su idioma, pero un chico de mi edad, con pelo rubio y cara de niño bueno hablaba fluidamente el inglés y el islandés, así que nos sirvió de gran ayuda al resto.
—"Señor director..."—nos comenzó a traducir— "es como si alguien... hubiera intentado envenenar a los alumnos..."— nos iba diciendo lo que lograba ir escuchando de la conversación, aunque el chico hablaba tan bajito que no nos enterábamos de todo lo que decía. Entre eso y lo que estaba diciendo el profesor, estaba empezando a ponerme bastante histérica, pero intenté disimularlo para no causar más problemas de los que ya teníamos entre manos.
De repente se dejó de oír la conversación y nos apartamos corriendo de la puerta, esperando a que saliese a explicarnos qué narices estaba ocurriendo. Después de un rato se abrió la puerta, asomando la cara y nos dijo que nos fuéramos a casa, que habían quedado suspendidas las clases de natación de esa semana.
Nos quedamos impactados.
Yo no sabía que hacer: los demás chicos y chicas ya se habían marchado a sus casas y yo estaba intentando hacer tiempo pululando por el colegio, ya que todavía quedaba hora y media para que el autobús nos viniese a recoger de vuelta a aquel extraño pueblo costero. Fui a buscar a los chicos que había conocido por la mañana mientras pensaba en todo lo que hubo ocurrido el día anterior. Parecía que hubiese sido un sueño. Me estaba empezando a desesperar, no había nadie por los pasillos y todo el lugar estaba en silencio. Una sensación de malestar me recorrió el cuerpo como una descarga eléctrica y noté como mis manos poco a poco empezaban a temblar.— Cálmate— me dije a mi misma y me senté en un banco que se encontraba al lado de mi clase. Me puse los auriculares al igual que había hecho esa misma mañana e hice un esfuerzo por intentar sintonizar cualquier emisora local con música, pero de todas formas ese no era mi punto fuerte y me rendí. Con una sonrisa de derrota me digné a poner mi propia lista de canciones y me levanté en dirección al baño.
"Es increíble que a estas horas parezca que ya no hay nadie en este lugar..." "Es... inquietante"— pensé al entrar a aquel baño tan poco iluminado y con un ambiente tan húmedo que el frío que allí hacía se calaba hasta el fondo de los huesos. Con paso inquieto fui hacia una de las cabinas con inodoro que había en ese lugar y cerré rápidamente la puerta. Tuve por un momento la sensación de que alguien me observaba y, justo ahí dejé de recordar qué demonios pasó...
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Silbando En La Oscuridad
Mystery / ThrillerLa vida de Jess es estupenda, unos amigos que la quieren, una familia que la adora y un futuro realmente prometedor, tanto que ha recibido una beca para estudiar en el extranjero. En definitiva, una gran vida. O eso pensaba ella... Una oscuridad per...