La Rara Dirección

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El amor es muy listo, sobretodo cuando estás más desprevenido. Te puede coger por el cuello con su mano certera y no soltar te hasta que él quiera.
Andaba por las calles con prisa, quería encontrar esa dirección cuanto antes y aún le daba vueltas a la cabeza intentando pensar la oración que había en la carta. Esa carta tan misteriosa y pícara. Caminé hasta Castropol, como indicaba la dirección, y encontré tempranamente el barrio... ¡Ahí estaba! La casa número 22.
Era una casa azul claro que se confundía con el cielo. Era bastante grande. Me apresuré a esconderme en unos arbustos en el otro lado de la carretera en frente a la casa. Esperé y esperé... Me dormí durante dos horas y no pasaba nada. Finalmente la noche se apoderó de la cúpula del cielo y el mundo había sido tapado por el espacio. No vi ninguna salida ha aquella espera así que decidí poner los pies en polvorosa. Justo cuando me levantaba la puerta se abrió y dejó salir la luz del interior. Era ella. Como una silueta recortada a la intensa luz de la casa' salía para tomar aire. Le di las gracias al aire por existir puesto gracias a éste la pude ver con sus ojos mas sinceros. La luz había cesado mas ella se había sentado en la escalera que da paso a la puerta de la casa. En ese momento dudé si acercarme a entregarle el fular y la carta pero esta estaba rasgada y abierta y a caso, imaginé, que parecería un acosador empedernido. Decidí no tocar el tema solo observándola. La oscuridad no había podido con su belleza y, tras unos largos minutos divisando a un hada, hice un crujido extraño con las ramas del arbusto. De repente cambió la vista y la lanzó a mi lugar como una flecha amenazadora. Me agaché lo más rápido que mi cuerpo pudo y solo deseaba que no me hubiera visto.

El sonido de un hilo tan frágil como tu almaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora