Kilig : sentir mariposas cuando hablas con alguien
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“Mariposas en el estómago” había oído hablar a sus compañeras de clases sobre esos insectos revoloteando en su vientre cuando veían al chico que les gustaba o hablaban de sus correspondientes parejas.
A veces escuchar a las chicas le aclaraban cosas con las que él se sentía totalmente perdido o confundido y precisamente ese dolor de estómago —que se producía cuando hablaba con cierto rubio caótico y explosivo— lo dejaba totalmente anonadado.
Esas mariposas de las que hablaban ellas se le hacían curiosas. ¿Cómo era posible que una persona pudiera provocar ese tipo de sensaciones en otra? ¿Qué es lo que puede tener Bakugou que le hace cosquillas en el estómago? no lo sabia, no había nada claro, pero tal vez era la manera en que le hablaba, lo miraba, lo alentaba indirectamente a esforzarse para convertirse en un héroe digno de proteger a los ciudadanos del país.
Le gustaba que fuese Katsuki y no otra persona la que provocara todo eso.
—¿Hay alguien que te haga sentir maripositas, Todoroki-kun? —Mina recarga su peso sobre su mesa y sonríe esperando una respuesta positiva acompañada del nombre de esa persona.
Shouto mira de reojo como Bakugou entra al salón acompañado de Kirishima y Denki. Otra vez un pequeño cosquilleo le acaricia la zona abdominal.
—No, no hay nadie —niega con su cabeza.
Pero sabe que es mentira, porque cuando las clases finalizan y el sol empieza a ocultarse lentamente, esas mariposas revolotean en su interior, rozando sus alas contra su piel y haciendo que su cuerpo se estremezca por momentos.
—¿Qué te ocurre? —Bakugo lo mira acariciar su abdomen con una ceja alzada—. ¿Estás enfermo?
—Son mariposas —masculla.
El chasquido que Katsuki provoca con su lengua le eriza levemente la piel.
—¿Hablas de esas estúpidas mariposas en el estómago? —Todoroki asiente y Bakugou rueda sus ojos—. ¿Quién cojones te hace sentir esas mierdas?
—Hmm...— duda sin saber si decir la verdad—. Tú
En las mejillas de Katsuki aparecieron unos suaves arreboles que hicieron a Shouto sonreír de soslayo.
—¿Tú no las sientes? —pregunta con esperanza de ser correspondido.
—No —niega con el ceño fruncido. Avanza unos cuantos pasos dejando atrás al de cabello bicolor y voltea con las manos dentro de los bolsillos de su pantalón mientras sus orbes rubíes lo miran apaciguados—. Lo único que siento son unas jodidas granadas explotando
Y se siente feliz porque al menos es correspondido, de una manera más bruta de la que esperaba, pero a fin de cuentas correspondido.