1. después del final

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Donghyun caminaba solo, en la penumbra, preguntándose por qué todo había terminado de ese modo, por qué la vida había llegado a pausarse tan repentinamente y luego no continuaba en su ritmo normal, porque ahora sentía que los días pasaban con más lentitud. Se preguntaba por qué todo había acabado. Caminaba solo durante horas preguntándose por qué tenía que ser tan inútil. Pero él no era un inútil. Para aquel rubio, nunca fue un inútil.

Él simplemente no tenía el poder de hacer algo para remediar las cosas. No podía hacer nada. O al menos, ya era muy tarde para poder hacer algo.

Y le carcomía el alma saber eso.

Sus ojos picaban cada vez que su mente le llevaba a ese recuerdo lejano en el que todo se había derrumbado. En su garganta se formaba un nudo al intentar controlar las lágrimas que amenazaban con huir de sus pupilas cada vez que ese recuerdo vagaba por su mente sin intenciones de dejarlo tranquilo. Muy pocas veces era capaz de retener esas lágrimas por mucho tiempo. Aunque, teniendo en cuenta que el tiempo para él ya no corría a la misma velocidad de los demás, hablar de aquella medida es una pérdida de palabras. Porque el tiempo se había detenido. El tiempo avanzaba y luego, después de recordar —y de llorar—, se detenía. El tiempo ya no era una unidad de medida confiable para él.

Y la vida; la vida también había cambiado su significado y su valor. Porque la vida no era igual para él. Había perdido la razón para vivir y poco a poco empezaron a existir más lágrimas, más llantos, más dolor. Más de todo y menos vida. Y con obvias razones.

Él ya no quería seguir de esa manera. Donghyun estaba cansado de llorar desconsoladamente por las noches. Estaba cansado de extrañar y de que eso doliera tanto. Estaba cansado de no poder ver más que oscuridad. Estaba cansado de todo. Pero él no quería abandonar su vida. No podía. Donghyun albergaba un poco de esperanza.

Muy en el fondo, escondido en un rincón, existían las ganas de seguir. Por él existían.

Y aunque le dolía recordar. Y lloraba —muy seguido— cada vez que lo hacía, eran esos recuerdos la única manera de poder ver su sonrisa otra vez. Esa sonrisa y esa mirada. Esa voz. Su voz. Como extrañaba esa voz tan melódica que solía cantarle cada noche. Lo extrañaba.

Pero al menos en sus recuerdos estaba la viva imagen de aquél a quien amó —y aún sigue amando— con el alma.

Al menos sus recuerdas aún seguían vivos. Al menos aún quedaban los recuerdos.

recordarte » dongchanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora