🍋 Agridulce 🍋

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El olor a café y panecillos, llegaba a su garganta dándole una suave caricia.

Su mirada grisácea se poso en él con cuidado de no ser descubierto. Hoy como todas las mañanas aquel pelinegro se encontraba en ese local, con un libro en su mano y una taza de café cálido en la otra.

Entrecerró sus ojos para mirarlo con algo de calidad, su mentón afilado se ladeo a un lado para ver cómo Frisk llevaba su pedido a este, llevaba una torta de limón en una bandeja pequeña, a lo que el ojivioleta simplemente, con una suave dulzura, le contesto con un leve "Gracias".

Ccino había entregado su vida a aquel joven que nunca lo conocería como algo más que un empleado de aquella pequeña cafetería. Su alegría, sus tristezas, su enojo, sus sonrisas, sus dudas. Deseo poder entregarle todo, pero lo sabía, jamás conseguiría que alguien así le prestase atención a él.

¿Cuánto tiempo había estado buscándolo? Posiblemente más de lo que había imaginado, y a pesar de eso le había encontrado. Pero nunca le pertenecería.

La timidez era un factor rotundo que posaba una rigurosa capa de ladrillos entre ellos dos. Eso era lo que le impedía que le perteneciera, pero: ¿Por qué debía pertenecerle?

No era justo para él poseer algo tan preciado. Se removió nervioso en aquel asiento, mientras sentía el olor a café fuerte que reposaba sobre la barra. Tan obscuro como aquellas ojeras que adornaban sus ojos. Soltó un suspiro mientras lo observaba comer un bocado de aquel postre. Una leve risita salió de su garganta al verlo cerrar sus ojos ante el placer que sentía al disgustar el sabor agridulce en su paladar.

Le vio sacar una libreta obscura de aquel maletín y garabatear con un bolígrafo sobre él. Siempre se pregunto que podría escribir tanto sobre aquel cuaderno.

Sabía todo sobre este. Su nombre era Nigthmare, estudiaba en la universidad de la ciudad la carrera de derecho, sus amigos eran pocos pero por lo general le solía ver con un azabache con cara amargada y piel morena llamado Error, y un peligris de ojos negros de nombre Killer, hijo de la familia más nombrada en la ciudad, dos niños ricos para ser más preciso. No poseía familiares a excepción de su hermano, Dream, que trabajaba en una pequeña tiendita de manualidades en el centro de la ciudad.

Una sonrisa divertida le llego a sus labios antes de pensar: "¡Vaya que acosador se había convertido!"

Pero a pesar de saber todo eso, él no se inmutaba o se enteraba de su presencia.

Triste realidad.

Ccino le había entregado la esperanza que perdió en su vida, Nigthmare sin quererlo hacer o estar al tanto de ello, la recibido.

Pero…el deseo intenso de recibir algo a cambio lo rodeaba cada vez que le veía reír, leer, escribir, caminar, entrar al local con sus mejillas sonrojadas ante el calor, todas esas cosas traían a su mente el deseo de acercarse a él.

Porque él ya le había entregado todo, pero aquel azabache jamás le pertenecería.

Pero ese día había sido diferente. Aquella tarde de Abril, Ccino se atrevió a acercarse a él a pesar de su propio temor, y aunque no recibió la respuesta que esperaba, se sentía más que satisfecho por escuchar la voz de aquel azabache dedicándole unas cuantas frases solo a él.

Si hubiese esperado un poco, quizá habría notado que el mayor le buscaría para agradecer su gesto y así tal vez su historia habría cambiado un poco, pero su vida no era como aquellos libros de romance.

Sin borrar aquella sonrisa de su rostro, deja sobre aquel banco un pequeño ramo de tulipanes, los favoritos de alguien que fue muy importante en su vida. Como cada año, había tratado de ir a verle pero antes de acercarse, simplemente sus pies le hicieron dar media vuelta y terminar en aquel parque donde estaba justo ahora.

A pesar que habían pasado años, aún sentía como aquel pecado recorre por su espalda haciéndole sentirse miserable. - ¿Que es lo que me pasa? ¿Porqué lo único que puedo recordar es este dolor? Por favor, si puedo ser egoísta una vez en mi vida... Yo desearía poder recuperar aquello que me fue arrebatado, aquella ilusión de que no estoy tan solo, que aún quedan esperanzas. Pero es imposible, ¿no es así? -Por primera vez en mucho tiempo, aquella sonrisa que siempre le había acompañado se transforma en una mueca de furia, pero, ¿furia contra quién? Quizá contra el mismo, contra esa cobardía que a pesar del tiempo seguía latente dentro de él.

La cobardía siempre le ha arrebatado las cosas que siempre había amado, lo primero fue su familia, sus amigos y tenía miedo que Nigthmare se alejase de el sin siquiera detenerse a saber la verdad. -Espero puedas perdonarmelo- Ignorando el ramo que dejó sobre aquel banco, comenzó su camino hacia su departamento, aunque no importaba donde estuviera, los recuerdos de aquel día jamás saldrían de su memoria, provocando que no pudiera siquiera descansar un poco, causando aquellas grandes ojeras que enmarcaban su rostro todo el tiempo.

Apenas abrir aquella puerta, algunos felinos se acercaron a su encuentro devolviéndole aquella sonrisa que siempre portaba, al momento que acariciaba la cabeza de estos en señal de saludo. Tenía que seguir adelante por ellos, aquellos pequeños dependían de el, así como el había aprendido a encontrar en ellos la calidez que necesitaba en sus largos momentos de soledad.

Caminando hacia aquel mullido sofá, toma uno de aquellos cojines abrazándole con fuerza recostandose poco a poco sobre este. Cuando cubre sus ojos con uno de sus brazos, una sonrisa algo tonta se dibuja en su rostro al tiempo que sus mejillas se teñian de carmín, ese día había tenido el valor de cruzar más de dos palabras con Nigthmare, y no solo eso, también había recibido una respuesta de este, que aunque no era la que esperaba, había sido lo suficiente para darle una ligera esperanza- Madre, tú eres la única que conoce lo que mi corazón oculta. Te suplico me des el valor de seguir acercándome a Nigthmare, antes que mis propios pecados me terminen de atormentar- Susurra liberando aquel cojín de su abrazo. Si su vida pudiese definirse a un sabor, seguramente esté habria sido agridulce, tal y como aquella torta de limón que siempre Nigthmare disfrutaba.

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