Introducción

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La desesperación tiene su propia
calma.
Dracula, Bran Stoker.

Los edificios de color ocre esperan vacíos haciendo contraste contra el verde primaveral de la estación, esperan ser llenados por familias con hijos pequeños de brazos regordetes que van llegando de a poco en sus autos y camiones de mudanza.

Cada espacio de aquellos ya esta designado y cada familia se adapta a aquello sin siquiera cuestionarlo. Llegan con sus muebles y cubiertos lustrosos y se instalan a existir en aquel aparato gigante y frió a esperar que su vida suceda con la esperanza que un buen lugar para vivir entrega.

Hace treinta años ya de aquello; el espíritu pionero de esos primeros habitantes ya casi no existe y en su lugar se instalo un aletargamiento , aunque incluso aquella calma no es otra cosa sino que una simbiosis con aquellos viejos elefantes grises y estáticos; pero aun así era un buen lugar para vivir, si... un buen lugar.

Podríamos decir que aquel octubre del 81 fue particularmente frío y que el rastro de sangre aun persigue a aquel encargado de hacer la mudanza y que cuando la policía por fin dio con su paradero este no tenía mucho que decir; excepto que era un hombre con un niño, probablemente su hijo, no supo identificar bien si era hombre o mujer, solo que era muy guapo, que tenían muy pocas cosas, solo un viejo catre, un sillón y un par de muebles y que le pidieron escuetamente viajar de noche y que el dinero no era problemas incluso le pagaron el doble por hacerlo así.

¿Es que acaso había ocurrido algo?

Una vez la policía le explicó lo sucedido él leyó su bitácora de viaje y no pudo dar crédito a lo ocurrido.
Sintió asco de las palabras allí escritas, de la naturalidad con que la tinta se adhería en aquellas paginas.

Era él quien los había llevado allí; nunca se lo diría a nadie.

Nunca.

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