¿Qué se debe hacer...?

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-¿Qué se debe hacer cuando sientes un dolor muy profundo dentro de tu corazón? Uno de esos dolores que creíste haber enterrado en el pasado, sin embargo, vuelve a aparecer... -dijo ella en un susurro

-Lo mismo me he estado preguntando yo estos últimos meses. Supongo que no haces nada, sólo aprendes a vivir con ello hasta que un día desaparece...

-¿Y cuánto tiempo se supone que se necesita para eso? Deberíamos superar el dolor de un momento a otro, así sería todo más fácil.

-Si así fuera, significaría que no nos interesa. Y por desgracia, nos importa.

-El problema es que no aprendo. Debí de dejar ésto atrás desde hace muchísimo tiempo y simplemente no puedo. Una vez leí en algún lado: "Nunca digás adiós hasta estar seguro de soportar la ausencia de esa persona"... Pero no siempre se trata de poder o no. Se trata de necesidad.

-Has venido con la persona menos indicada para éstas cosas... -le dijo él-

-No vine por un consejo necesariamente. Vine a que me escucharas, eso es lo que necesito. Porque en éste punto del camino, incluso los consejos están de más.

-Está bien. Sabes que siempre te escucharé y siempre me importará. Porque sé que piensas que no es así.

-Antes de continuar, ella le regaló una sonrisa tímida, pero llena de cariño. No una forzada, como la que había estado en su rostro los últimos días- Gracias -susurró- ... ¿Sabes? Siempre me han dicho que no se me olvide recordar que las cosas siempre pasan por algo cuando todo va mal y eso es jodidamente cierto, pero a veces creemos saber ese "algo" y estamos total y absolutamente equivocados. Exactamente eso es lo que me pasó a mi. Creí que la vida o el destino nos había separado y vuelto a juntar por una razón, así que decidí tomar la milésima oportunidad que se había presentado cuando en realidad debí haber hecho caso omiso. Es algo evidente que no debemos estar juntos y hasta ahora creo que lo entendí. Después de un millón de intentos fallidos. Es algo horrible haberte enamorado por primera vez y no disfrutarlo como se debe...

-Él se giró para verla aunque ella tenía su mirada fija en algún punto indefinido en el horizonte. Y notó como sus ojos lentamente empezaban a llenarse de lágrimas- Vamos, puedes llorar si quieres.

-No lo haré. 

-No quieras tragarte todo y parecer fuerte.

-No es porque quiera. Debo a aprender a ser fuerte porque cuando la gente se da cuenta de lo fácil que es hacerte daño, siempre lo harán. 

-Él la abrazó y le dió un beso a un costado de su cabeza- Ven, hay que irnos -se levantó y estiró la mano en dirección a ella.

-Mmm... No, me quedaré aquí.

-Si lo haces comenzarán a preguntarse dónde estás y te buscarán...

-Pues diles que has estado conmigo y que quiero y necesito estar sola... Por favor...

-Él dudó un momento-... ¿Estás segura?

-Volveré. Si eso es lo que te preocupa. Y si no lo hago, puedes ir a buscarme, sabes donde estaré. 

-Está bien... Supongo. ¿Te veo después?...

-Ella se limitó a sólo asentir con la cabeza y volvió a dirigir su vista hacia el horizonte mientras ella escuchaba como los pasos de él iban alejándose hasta que no los escuchó más, entonces se levantó y comenzó a caminar y caminar y caminar. Cada vez más lejos hasta que llegó a donde quería: Una vieja casa del árbol que descubrió unos meses atrás cuando salió a explorar. Era muy bonita. No pareciera que fuera tan vieja, hasta que subió y vió algunos pedazos de madera verdes y el piso lleno de hojas supo que hacía tiempo que nadie visitaba ese lugar. Era una lástima porque se habían esforzado en construirla. Era bastante amplia y tenía dos ventanas. También tenía un balcón que la rodeaba toda y en una de las ramas del árbol estaba un columpio de cuerda en el cual no te podías columpiar porque, si te sentabas, tus piernas entraban en el río que estaba a un lado. Al día siguiente de que la descubrió, decidió ir a limpiarla y a arreglarla un poco con algunas sillas miniatura, una mesita y flores. Era un lindo lugar que solo ella y Adam conocían. Ella aseguraba que si le decía a alguien más de ese lugar perdería la magia. Él le dijo que estaba loca, sin embargo, aceptó guadar el secreto. 

Trepó por las escaleras hasta que llego a la cima, le dió la vuelta al balcón y se sentó viendo como el río corría y el sol iba ocultándose. Suspiró, cerró los ojos y lentamente una lágrima se deslizó por su mejilla.

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