El secreto

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Parece que de nuevo  me han habandonado. El silencio en el ambiente me da escalofríos. La puerta se abre y entra una chica de aproximadamente once años, el cabello negro recogido en una coleta y los ojos grises mirandome con resentimiento.

-No vuelvas a usar mi cuerpo.

Deja una bolsa a mi lado y comienza a retirarse.

-Espera.

La chica voltea.

-¿Quién eres?

-Una compañera... pronto nos conocerás.

¿Nos conocerás? Abro la bolsa que me dio. 

-¿Comida?

Hay un pan y una fruta. Un pan y una fruta... un pan y una... Tomo el pan en mis manos y lo siento. Su textura es suave y a la vez sólida, esponjosa. Agarro la fruta. Esta es de color rojo y naranja, la parte de arriba es suave como la piel de un bebé. No lo puedo creer, es comida de verdad... auténtica comida. Le doy un mordisco al pan. Morderlo es como morder una nube, es como si se encogiera poco a poco... Meto el pan en la bolsa, tal vez sea la última comida que me den, la tengo que conservar. Es tan delicioso... Ha llegado el momento de probar la fruta. Dicen que antes había muchos árboles que producían de estos y que si pasabas cerca de uno, podías tomar sus frutos. Muerdo la fruta.

-¡Por todos los boogs! ¡Esta es la cosa más mágica que alguna vez he probado!

Su sabor es de un dulce inigualable, siento como lleva alegría a todo mi ser. Es como si un arcoíris burbujeante se refugiara en mi lengua. No puedo dejarla para después. Me como la fruta entera y se me hace raro que aún tenga hambre. Termino comiéndome el pan.

-Delicioso...

La puerta se abre de nuevo, la chica de cabello negro entra. Estoy completamente despierta, me fijo en todos los detalles. Espera, ahora entiendo. Es la chica del cuerpo que utilicé, Susan.

-¿Eres Susan, verdad?

Sonríe.

-¿Te gustó el durazno?

-¿Esa cosa roja y maravillosa? Claro que sí.

-A mí también me sucedió lo mismo cuando llegué aquí.

-Oye, ¿dónde estamos? ¿Quiénes son?

Le preguntaba eso sólo para escuchar que ella lo admitiera, yo ya sabía la respuesta.

-Somos los antifaces blancos, estás en nuestro cuartel.

-¿Por qué me trajeron? ¿Qué le pasó a mi pueblo? 

-Tu pueblo está bien, te trajimos aquí porque tienes algo que nos interesa...

La chica mira a los lados y susurra.

-Acepta todo lo que ella te diga.

-¿Qué?

-Lo siento, no puedo decir más... ¡Pronto nos conoceremos mejor!

La puerta se cierra.

-¿No pueden decirme qué hago aquí?

Me levanto y pateo la pared. 

-Bien hecho, Kata. Mira en qué te metió tu curiosidad...

Algo se escucha. El cuarto se oscuece.

-¡Hey!

-Bienvenida, Kata.

Una voz amable sale de algún lugar.

-¿Qui-quién eres?

El secreto de los antifaces blancosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora