Un pequeño viaje

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-No, no, no. Esto no está ocurriendo.

Camino hacia la casa en llamas aún sin procesar el hecho de que hubo un asesinato. Alguien se detiene junto a mí.

-Chica, tienes que irte, ellos están aquí.

-¿Quiénes?

No hay respuesta, ahora no hay nadie cerca. O al menos era lo que creía hasta que escucho la alarma. Ellos están aquí. Corro lo más rápido que puedo hacia el centro de la ciudad en donde están los refugios. Los rayos caen y la lluvia me moja el rostro y los zapatos. Llego al centro y observo las puertas comenzar a cerrarse.

-¡No!

En ese momento en que corro desesperada resbalo con un charco de agua y veo las puertas cerrarse lentamente. 

-No, no, no...

Cuando me levanto siento dolor en mi pierna derecha, probablemente me haya raspado con las piedras del suelo. La lluvia arrecia y cae sobre el pueblo, se pueden ver los árboles moviéndose de un lado a otro por el viento. Corro arrastrando mi pierna hacia  el lugar techado más cercano que encuentro.

-Tenía que caer, tenía que caer en ese preciso momento...

Escucho un ruido, como si alguien aterrizara en el techo. Me oculto dentro de un clóset cercano, lo cierro con sigilo. Oigo una caída, unos pasos y una puerta abrirse, alguien ha entrado y se acerca a mí. Mantengo mis sentidos despiertos y contengo mi respiración. Afortunadamente se escucha una explosión en otro lugar y el sujeto misterioso tiene que correr hacia ahí. Me ha dado tiempo para pensar en un mejor lugar para esconderme y sobrevivir. Le amarro un trapo a mi herida y me desplazo hacia la salida. El campo no está tan lejos, ahí probablemente me encuentre más segura pues los antifaces combaten en zonas edificadas. Huyo hacia allí. 

Conforme me alejo del centro y entro en el campo me voy sintiendo más segura, me adentro en la zona de cosecha (que tiene muchos árboles) e intento ocultarme. Paso un rato ahí, me siento segura al llevar puesta una gabardina oscura que es difícil de detectar entre los árboles, me siento tan lejos del peligro que incluso me relajo. Observo una hoja cercana, su color verde es más intenso que las demás, la sujeto con mis dedos y repaso su textura lisa como si fuera el pétalo de una flor. 

Cuando me doy cuenta estoy en el espacio de las nubes. Ahí mi conciencia no funciona igual, es demasiado curiosa y descuida su supervivencia. Veo una nube negra e intento entrar, sin embargo, sólo la atravieso. Parece que esa persona posee alguna protección contra este tipo de invasiones. Me desplazo hacia otro lugar, esta vez es una nube marrón que sí puedo invadir.

Abro los ojos, me encuentro en el refugio contra ataques. La gente está desesperada murmurando. Observo semblantes preocupados y rostros con miedo. Veo a niños paralizados por la angustia. Escucho una voz conocida.

-¡Kata! ¿Estás aquí?

Corro hacia la voz, recuerdo que abandoné a mi madre para correr hacia la casa de mi maestra. Me aproximo hacia ella, su semblante parece preocupado, murmura algo antes de que le dirija la palabra.

-Señora Lunett.

Voltea y me mira confundida.

-¿Quién es usted?

-Yo soy... un vecino. Quería decirle que su hija se encuentra a salvo.

O al menos antes de cambiar de cuerpo.

-¿Cómo lo sabe?

Lo dice con desconfanza.

-Yo...

-¿La vio entrar en un refugio?

No me gusta mentir, pero tampoco quiero desilusionarla.

-S..sí, claro... era una chica con una gabardina oscura. Tenía el cabello café oscuro y parecía confundida.

Ella duda un poco pero luego me contesta.

-Muchas gracias, en serio se lo agradezco.

Me dedica una sonrisa y se va. Respiro hondo y la veo desaparecer entre el gentío. Me dispongo a volver a mi cuerpo, respiro hondo y cierro los ojos.

 Aparezco de nuevo en el campo. La lluvia ha cesado, sin embargo, sigue nublado. Me siento más tranquila al saber que mi madre piensa que estoy a salvo. Cuando el ataque termine, volveré lo más pronto posible y fingiré que salí de un refugio, así, ella sabrá que puede confiar en mis instintos de supervivencia. 

Pasa un tiempo para escuchar al altavoz anunciar el término del enfrentamiento de antifaces. Me levanto, las ramas que muevo hacen que algunas gotas de agua caigan sobre mí. Sacudo un poco mi gabardina y camino hacia la salida del campo. Cuando estoy por entrar al centro siento una mirada, estoy segura de que ha sido la costumbre recien adquirida de cuidarse de no ser descubierta.



El secreto de los antifaces blancosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora