Capítulo 1

38 3 8
                                    

Abro los ojos de par en par y tomo una bocanada de aire con sabor a vida. A mi alrededor se encuentran una serie de científicos que se aseguran de que todo haya salido según lo previsto y de que mi estado de salud sea óptimo. A los pies de la cama localizo a mi madre, Kate Knighley, esbozando una media sonrisa a modo de bienvenida.

Tomo asiento en el borde de la camilla y juego a rozar el suelo con los dedos de mis pies a la par que intento descubrir cómo me siento. Tal vez confusa por mi nueva identidad o asustada de la gran expansión de mis horizontes. Realmente no sé cómo me siento. Solo sé que me siento extraña, como si nunca antes hubiera habitado ese cuerpo, como si algo en mí hubiera cambiado.

-¿Cómo te sientes?- pregunta mi madre, situándose delante de mí y acogiendo un mechón suelto de mi cabello rubio para situarlo tras mi oreja.

-Diferente.

-Tu vida va a cambiar a partir de ahora. Pero no tienes porqué tener miedo. Todo va a salir bien. Yo estaré a tu lado.

-¿Puedo ver mi nuevo yo?

Asiente y me señala un espejo que yace a sus espaldas. Instintivamente me pongo en pie y camino descalza sobre el suelo frío, dando pasos cortos e indecisos. No sé cómo ha cambiado mi aspecto y desconozco si voy a ser capaz de asimilar que he dejado de ser la persona que solía ser. No estoy segura de si quiero ser esta nueva persona en la que me he convertido. Aunque, supongo, que ya es demasiado tarde para dar marcha atrás.

Mi aspecto continúa siendo el mismo salvo por mi color de ojos. Antes lucían azules y ahora son de un tono púrpura con algunos destellos grisáceos.

-A lo largo del día iremos comprobando que todo está bien- asegura Connor, un compañero de trabajo de mi madre, la científica más reconocida de todos los tiempos-. Por el momento, vamos a proceder a insertar un microchip en tu muñeca.

Connor se acerca a mí y hace ademán de tomar una de mis manos pero, rápidamente, retrocedo un par de pasos y le miro asustada.

-Tranquila, sólo llevará un segundo.

-¿Para qué es eso?- inquiero saber, mirando a mi madre, en un intento de buscar su apoyo en un momento como éste.

-Es un rastreador que nos permitirá conocer tu ubicación y tus constantes vitales- explica Kate, calmando mis miedos-. Así sabremos si estás en peligro.

Asiento una sola vez y le tiendo con desconfianza la mano a Connor, quien la vuelve con delicadeza hasta encontrar la parte interior de mi muñeca. Aproxima un aparato de último modelo hacia ella y apretando un gatillo provoca que un microchip penetre mi piel con violencia y quede grabado bajo mi epidermis, mostrando mi nombre de usuario, C4, junto a la fecha de mi conversión en androide.

-Agh- me quejo, envolviendo mi muñeca con la mano opuesta y llevándomela al pecho para mantenerla a salvo.

-Baja a desayunar, si quieres- me anima mi madre con una sonrisa-. Aún quedan un par de horas para tu primera prueba. Y apuesto a que debes tener hambre. Aprovecha y descansa un poco.

Hago un gesto afirmativo y me marcho del laboratorio con una gran confusión, sintiendo como si todas mis ideas intentaran agruparse en un mismo sitio, como si mis pensamientos fuesen diversos e incapaces de relacionarse y entenderse entre sí. E inexplicamente extrañada por las ganas inmensas que tengo de ampliar mis conocimientos, por saber cosas que aún desconozco, que no están a mi alcance.

Avanzo por el corredor solitario, de paredes blancas, en las que se alternan grandes ventanales a través de los que se pueden divizar el paisaje exterior, compuesto por un campo con flores fluorescentes de color azul, bajo la fulminante mirada de un sol rojizo que tiñe el horizonte de un tono naranja oscuro y violáceo.

AndroideDonde viven las historias. Descúbrelo ahora