Capítulo 5

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Aún no sé si puedo confiar en él. Me ha retenido en contra de mi voluntad a espensas de obtener un beneficio a cambio que, inevitablemente, va ligado a la venganza. Soy su moneda de cambio, el rehén perfecto para lograr realizar su plan. Por el momento, lo único que sé es que Ray es una persona solitaria, egoista, decidida y marcada por un pasado no muy lejano. Nada en él me hace creer que hay algo bueno en el interior, algo que merece la pena descubrir. No importa cuanto intente acercarme, las personas como él huyen por miedo a la idea del amor. He intentado encontrar luz entre tanta oscuridad y he temido perderme en ella. No hay nada que salvar. Y si no me marcho ahora que estoy a tiempo, saldré herida.

Camino hacia la salida de la pequeña estructura con sigilo y miro de un lado a otro a fin de descubrir si alguien está al tanto de mi huída. Una tienda de campaña yace cerrada, cerca de la hoguera, donde se encuentra Nate, durmiendo un poco sobre el frío suelo, con una pistola descansando entre sus manos, preparado para actuar ante la llegada de los aislados. Busco con la mirada a Ray y le localizo mirando con un francotirador con linterna entre la maleza. Aprovecho su distracción para huir en dirección a un sendero rodeado de ruinas, corriendo con todas mis fuerzas, alertando al chico que, ante la presencia de movimiento, gira en todas direcciones, con el arma en ristre, apuntando a mi sombra.

Salto un pequeño tronco ubicado en el terreno y continúo corriendo hasta perderme entre la vegetación de la que me valgo para ocultarme de mis acechantes.

—¡Mierda!— se queja Ray en voz alta, alertando a sus compañeros—. Se ha escapado. No puede andar muy lejos. ¡Vamos, todos en planta!

Consigo sacarle unos metros de ventaja, aunque toda distancia es poca en comparación con las ansias que tienen mis persecusores de dar conmigo. Continúo abriéndome paso entre la naturaleza, huyendo de la amenaza, aún sin tener un destino fijado. Estoy perdida en un planeta que me es completamente desconocido, lejos de casa, completamente sola. Sin duda, me encuentro luchando por aspirar a encontrarme entre los supervivientes.

Miro a mis espaldas y doy por hecho que van a alcanzarme si no aprieto el paso o busco la forma de desaparecer antes de ser capturada de nuevo. Estoy a punto de rendirme y enfrentarme a mi destino cuando una idea aparece en mi mente como un destello de luz en plena oscuridad. Ágilmente trepo por el tronco de un árbol, temiendo por mi caída, concentrándome en no resbalar y, sobre todo, en no dejarme arrastrar por el vértigo. Una vez en la cima, camino hasta una gruesa rama saliente y me asiento sobre ella, adheriendo mi espalda a la madera y estirando las piernas.

—Deberías buscarla al amanecer— propone Jean que mira de reojo al chico que observa con la mandíbula apretada y los ojos amenazando con salir de sus ojos la maleza en penumbra—. No lograremos dar con ella en plena noche. Seríamos un blanco fácil para los aislados. Desconocemos qué peligros pueden haber más allá.

—¿Tienes miedo? Entonces deberías regresar al campamento— masculla entre dientes con rabia contenida—. Acabaré con esto por mí mismo. No os necesito.

—Ya no le tengo miedo a nada— admite el hombre negro—. Debemos ir con cuidado, ser inteligentes. Creo que lo mejor será que nos dividamos para contar con un mayor abanico de posibilidades de encontrarla.

—Por fin dices algo con sentido entre todas las tonterías que has soltado— suelta con frialdad y alza la pistola—. Nate, vuelve al campamento y búscala por allí, Jean, tú ve hacia la torre de control. Recordad, hay que mantenerla con vida, muerta no nos sirve de nada.

Nate traga saliva para bajar el nudo de nervios que se ha instalado en su garganta e intercambia una mirada de pavor con el hombre de tez morena que le aporta el valor necesario para enfrentarse a la situación a partir de una sonrisa cerrada acompañada de un asentimiento. Cada uno toma una dirección que les llevará a un destino u otro. Ray ilumina las copas de los árboles más cercanos con la espera de encontrarme en alguno de ellos. Huyo de la luz del francotirador, encogiendo mis piernas y ladeando la cabeza, cubriéndome con el cuerpo del tronco. Desiste en su objetivo y se marcha sin perder detalle de todo cuanto le rodea, de cada sonido, movimiento y brisa que acompañan a la fría y solitaria noche.

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⏰ Última actualización: Dec 30, 2018 ⏰

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