WAWA

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Los choferes cuentan esta historia. En las carreteras oscuras se suele escuchar el llanto de un bebé. Naturalmente, la reacción es buscar el origen. De pronto, tirado en el piso está lo que parece un niño envuelto. Uno se asoma y encuentra que el rostro es el de un adulto deforme. Quien lo mira de cerca puede morir si no sangra (este elemento se repite mucho frente a otros seres de horror).

En los centros mineros se llamaba la wawa con bigotes y era el terror de los serenos, pues con sólo escuchar su llanto hubo quienes trataron de suicidarse. Por los años 70, en el campamento de Santa Ana, de la empresa Quechisla, un sereno nuevo escuchó el llanto, se acercó hasta la orilla del estanque de agua copagira, alzó el bulto y lo llevó a su caseta. Bajo la luz pudo ver una cara sonriente, con dientes y bigotes. Enloqueció.

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