Prólogo

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El vuelo de un ave rapaz. Un sonoro batir de alas acompasado, rápido y decidido. Soberbio plumaje marrón tierra con descaradas llamas del color del fuego, ardiendo como si llevaran haciéndolo desde que el primer Nil'ran apareció. Dos ojos profundos y tenaces observando atentamente los espesos bosques a sus pies, vigilando y escudriñando cada centímetro de superficie terrestre.

Detrás, a la altura del suelo, un caballo negro corre desesperado. Viene de lejos y la fatiga se hace evidente a cada trote. El destino: una pequeña aldea a no más de dos quilómetros de distancia. 

Al final del camino se empiezan a divisar modestas construcciones de madera, dispuestas desordenadamente entre los escasos claros que la arboleda permite.

Se distingue a lomos del corcel un cuerpo inconsciente que se mantiene encima de la silla a duras penas, una zancada demasiado enérgica y el peso del hombre sin vida caería fatídicamente al suelo. Sin embargo, el animal parece ser plenamente conocedor de la situación, como si hubiera sido escrupulosamente entrenado.

La capa que cubre el cuerpo está empapada de sangre. El color ocre de la tela se oscurece alrededor de una herida. Pero no es una herida cualquiera, sino una de flecha, que aún se mantiene clavada en su espalda.

Y las plumas de ésta, afiladas, jaspeadas en blanco y negro, delatan indiscriminadamente al asesino.

El despertar del FuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora