Crío

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En un lugar muy lejano, en el occidente, casi al borde donde terminan los dominios de Océano, no lejos de la isla de los Bienaventurados y el monte Atlas, en el medio de estas, se encuentra un trozo grande de tierra, que es dominio de Crío el titán de los rebaños, las manadas y los saqueos.

Crío comenzó a vivir aquí cuando cumplió la edad para poder salir del Tártaro, se dedicó a poblar este pedazo de tierra desde cero, pero claro con materiales llevados de otros lados de la tierra de su madre. Empezó por hacer su casa y no cualquier casa, a Crío le gustaba la buena vida y ciertos lujos y a la vez era un ermitaño, amaba estar solo y cuidar de sus animales, poco a poco se fue llenando de rebaños de ovejas, cabras, cabellos, vacas y toros y un sin números de otros animales.

A partir de cierto tiempo, decidió crear una cerca que rodeara el pedazo tierra, ya que varios de sus animales estaban desapareciendo misteriosamente, por un momento pensó que caían al vacío y terminaban muriendo ahogados, ya que estaba rodeado de agua y no cualquier agua sino del agua, que formaba parte de los dominios de uno de los terribles monstruos del océano. Así que otra de sus teorías era que este "monstruo" se los estaba robando para luego comerlas, ya que a las orillas nunca encontraba los cadáveres de sus animales "desaparecidos".

En esas aguas, entre las hijas e hijos de océano y las nereidas, se decía que este monstruo vivía solo, era hijo de Ponto y Gea y pariente de las nereidas. Muchos lo describían como un ser grande y temible, pero claro los titanes y deidades podían tomar la forma que querían, tal vez este ser solo quería mantener lejos a las demás divinidades.

Crío como vivía solo y aislado solo escuchaba los chismes y rumores de las ninfas, así que lo que escuchaba no era cien por ciento la verdad.

Pasaron meses y la situación con las desapariciones se iba intensificando, hasta el punto de reducir sus rebaños a 10 hembras y machos de cada especie. Hizo de todo para mantener a sus animales a salvo y nada funcionaba, no había explicación, así que su único pensamiento era que, le están robando, pero no sabía cómo.

Una mañana salió Crío, decidido a dar caza con lo que sea que estaba acabando con sus rebaños. Se fue al lugar donde guardaba sus armas, se preparó con un arpón en la mano derecha, se colocó un aljaba llena de flechas en la espalda y en la mano izquierda sostenía un arco, si sucedía cualquier cosa y perdía el arpón estaría listo con el arco en la otra mano.

Se encamino a la orilla de la playa, decidido a matar lo que sea que estaba acabando con sus animales. Llego a la orilla y el mar estaba en calma, al parecer los poderes del viejo Nereo llegaban hasta ahí.

Dio pasos adentrándose al mar, mataría a cualquier ser o monstruo marino, estaba lleno de ira por la perdida por sus rebaños, tenía sed de sangre inmortal o mortal, no le importaba el castigo que le pusieran, por lo menos vengaría a sus animales y demostraría que nadie se podía meter con él y sus pertenecías, protegería sus tierras de quien sea que se metiera con él y sus pertenecías.

Ya dentro del agua, no miraba nada peligroso u oscuro, la algas danzaban en su vaivén, la luz del sol iluminaba todo y lograba definir la figura de los animales marinos, y lo que al parecer un grupo de mujeres jóvenes, es decir, Oceánides y algunas nereidas, —perfecto le preguntare a ellas sobre lo que está pasando—, cuando las mujeres estaban cerca de él se asustaron y dispersaron —¡genial!— exclamo para sí mismo. Para su suerte iba un joven, quien no había huido, se acercaron.

—Mamífero ¿qué haces el estos dominios? —Pregunto el joven— ¿quién eres?

—Soy Crío titán de los rebaños, hijo de Gea y Urano —respondió seriamente.

—Responde titán ¿qué haces aquí? estas lejos de tus dominios.

—Vengo a darle caza a un ser o monstruo que ha estado robándome —exclamo con ira contenida— ahora tú, dime ¿quién eres?

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