2.Huéspedes indeseados

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El estridente sonido del despertador resonó en las paredes de la espartana habitación de Remi.

Le dio un manotazo tirando el aparato al suelo y se dio la vuelta con un gruñido. No sabía por qué pero esta mañana le parecía de esas en que era mejor no levantarse de la cama porque el día tenía pinta de ponerse bastante feo.

Haciendo un esfuerzo tanto mental como físico para levantarse, apartó las sábanas en las que estaba enredado y se incorporó en la cama.

—Oh, mierda...— su mirada se clavó en el amasijo de aluminio, cristal y muelles que yacía en el suelo, cadáver de lo que antes había sido su despertador. —Bueno, al menos este me ha durado una semana...

Se levantó y se fue directo al baño, abrió el grifo de la ducha y ni siquiera esperó a que el agua se templara. Se metió bajo el chorro de agua fría, se enjabonó un poco, lo justo para no apestar, y salió de la ducha secándose lo más rápido que pudo...

Era hora de cubrir el puesto de Etienne en el Santuario y el muy cabrón iba a refunfuñar al menos durante quince minutos para recordarle que llegaba tarde.

Se vistió a toda prisa con una camiseta negra que llevaba estampado en el pecho el logotipo de los Howlers y unos vaqueros azules que ya estaban tan desgastados que lucían un par de rotos en cada una de las piernas. Desde luego él no era del tipo de hombre que se molestaba en arreglarse.

Salió al pasillo con paso firme y decidido y se encaminó hacia el bar.

Al dar la vuelta a la esquina casi se quedó sin aire. Una preciosa mujer rubia se cruzó en su camino haciendo que su miembro diese una sacudida bajo sus pantalones.

¿Qué mierda le pasaba? No era un jodido osezno promiscuo.

Él era hombre de una sola mujer... Y esa mujer nunca sería suya...

La rubia estaba también completamente fuera de la ecuación, a pesar de que el primer pensamiento que se le cruzó por la cabeza cuando ella encontró su mirada fue enterrar su cara en ese precioso cabello dorado e inspirar su olor mientras se enterraba una y otra vez en su interior.

Ella le sonrió e incluso se giró para mirarle haciendo que su entrepierna volviera a sacudirse. Su sonrisa era dulce e inocente. Todo en ella la hacía parecer una mujer hermosa e indefensa que necesitaba un galán de cuento de hadas.

Y él no era nada parecido a un galán.

Dioses, todo en ella estaba hecho para el pecado, pero ningún hombre, were o dios jamás sería digno de poner sus manos sobre ella. Su cuerpo pequeño y delicado parecía esculpido por los dioses y tenía unas curvas que podrían volver loco al hombre más cuerdo.

Remi carraspeó volviendo a la realidad cuando ella dobló la esquina por la que él había pasado hacía solo unos instantes...

—Hoy va a ser un día raro...—suspiró y siguió su camino... Se tensó al pasar como cada mañana por delante de la puerta de la habitación de su hermano. Quinn era precisamente la persona a la que menos le apetecía ver esa mañana. Pero no tendría tanta suerte.

El oso salió de su habitación mientras hablaba con alguien.

Becca...

Bien, pues sí que había alguien a quien le apetecía menos ver que a Quinn.

Suspiró resignado.

"Sabía que iba a ser una mierda de día", pensó.

Quinn besó la mejilla de Becca que estaba vestida solamente con una sábana alrededor del cuerpo. Su hermano cerró la puerta detrás de él y se dio la vuelta, tensándose al encontrarse a Remi de frente.

—Buenos días...

Remi le contestó con un gruñido, como de costumbre... No estaba de ánimo para hablar. Comenzó a andar hacia el bar de nuevo con la esperanza de evitar alguna conversación unilateral incómoda.

Entonces Quinn fastidió su plan poniendo su mano sobre el hombro de Remi.

— ¿Tienes prisa Rem?

Remi resopló y se giró para mirar a Quinn.

—No estoy de humor, Q. ¿Qué mierda quieres?

—Aimee le ha pedido a Etienne que nos avise. Hay reunión en su despacho y es urgente. Y con urgente no me refiero a ese tipo de reunión que tu prefieres mandar al carajo. Es urgente del tipo trae-tu-culo-aquí-o-te-hago-un-lifting-de-un-zarpazo. —Quinn soltó una risa sarcástica. —Parece que nuestra hermanita está de mal humor esta mañana.

Remi soltó una colorida maldición y cambió de dirección para ir al dichoso despacho. Malditas las ganas...

Al llegar al despacho de Aimée, Etienne y Cody se reunieron con ellos en la puerta. Entraron al despacho y se encontraron a toda la familia reunida, esperándoles.

Vale, ahora esto sí que era raro...

El dios griego de la guerra estaba apoyado contra la pared al lado de la mesa de Aimee con los brazos por delante del pecho y los pies cruzados por los tobillos, con actitud prepotente.

—¡Oh! ¡Qué caluroso recibimiento!—dijo Ares con voz pomposa.

—Que te jodan, marciano. ¿A qué has venido?—replicó Dev malhumorado.

El gesto de Ares se tornó frío y amenazador. Había entendido el insulto a la perfección, pues el oso había hecho alusión al nombre que los romanos le habían otorgado al dios de la guerra, Marte.

—No me jodas oso o te frío aquí mismo. Acogeréis a tres personas cuyas identidades os revelará Aimée en caso de que lo crea conveniente. Y por si os quedaba alguna duda, no es una petición. Más os vale que cuando vuelva a por ellas no tengan ni un mísero rasguño. En tal caso, este antro y todos vosotros estaréis acabados. —Sin esperar siquiera una réplica Ares desapareció.

—Aimée, ¿qué carajo significa esto?

—Remi, cálmate. La otra opción es el fin del mundo, ¿te parece viable? ¿No, verdad? Pues a callar. —Remi gruñó ante el tono autoritario de Aimée.

Iba a contestarle con una maldición que la haría sonrojar incluso a ella pero Fang salió disparado hacia él sacándolo del despacho.

—A la cocina oso. ¡Ahora!

Remi empujó a Fang contra la pared pero éste no entró al trapo. Si el oso quería pelea no la iba a conseguir con él.

Remi bajó por fin al bar y se puso a fregar los platos que Etienne había dejado sin limpiar.

—Maldito holgazán... Algún día me cabreará lo suficiente como para ser servido en uno de estos platos...

El oso siguió refunfuñando mientras la cocina se iba llenando de gente a la que le tocaba el turno de día.

No hacía ni dos horas que había llegado al Santuario y Clotho ya se sentía encerrada entre aquellas cuatro paredes...

Desde luego un simple paseo por el pasillo no era capaz de quitarle esa sensación.

Se sentó junto a la ventana mirando a las activas calles de Nueva Orleans. Según veía pasar a la gente se quedó pensativa.

Aquí le iba a tocar pasar los próximos días hasta que Ares y los demás consiguiesen aplacar la furia de Forcis. No era algo que le apeteciese mucho pero al menos tendría la posibilidad de volver a posar sus ojos en el pedazo de hombre que se había cruzado por los pasillos.

Su pelo rubio recogido en una cola de caballo con una cinta de cuero y sus ojos claros no eclipsaban para nada aquella aura de peligro que emitía. Estaba para comérs...

Átropos interrumpió sus pensamientos refunfuñando de nuevo sobre Forcis y el supuesto empeño de Clotho en arruinar su tranquilidad.

—Si Átropos, lo siento... Algún día te lo compensaré. —Cloie resopló—. O serás tu quien la cague y entonces ya no te deberé nada.

Lacy soltó una carcajada y tiró de Clotho para espatarrarse juntas sobre la cama.

—¡Solo tu podrías haberle contestado eso Clotho!—dijo Lacy riendo.

Dark Hunters: Un giro del destino (Fanfic)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora