Capítulo 7

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Sintió una, dos, tres gotas caer y pausó su paso para alzar la mirada al cielo. Pronto más y más gotas cayeron, comenzando a llover con fuerza.

Aún así él seguía allí, con los ojos abiertos dejando que las lágrimas que brotaban de sus ojos se mezclen con la lluvia.

Ni siquiera pestañeaba, aunque para otros parecía un poco/ bastante imposible estar con los ojos abiertos bajo la lluvia.

Sintió como el agua chocaba contra su piel, pestañeo y pronto cerró los ojos inevitablemente al sentir la molestia.

El color de sus ojos se permitía brillar más celestes ahora que dejaba salir un poco su dolor.

—Hey.

Alguien lo llamó.

Lentamente bajó la cabeza y observo a aquella persona que se cubría con un paraguas negro.

—Te enfermeras si sigues así.

Naruto le miró sin entender lo suficiente, miró una última vez al cielo y luego afianzó el agarre de las bolsas para seguir su camino pasando de largo a aquella persona que lo siguió con la mirada.

Un chirrido se oyó y vio como un vehículo fuera de control se dirigía hacia el rubio.

—¡Oye! ¡Cuidado! —gritó al ver cómo el joven cruzaba sin más la calle a paso demasiado lento para su gusto.

Tirando el paraguas que llevaba corrió a toda prisa al ver que el joven estaba tan absorto en su mente que no se daba cuenta de aquel vehículo acercándose mientras el chofer de este intentaba alertar tocando bocina.

Justo a tiempo logró alcanzarlo y correrlo del camino para cuando el auto cruzó casi rozandolos y terminando por derribar un poste eléctrico.

—¡¿Acaso eres idiota?! —ambos habían caído y ahora se encontraban allí tirados aún sobre el frío y húmedo suelo.

Al no oír contestación del rubio lo movió y notó que estaba inconsciente además de tener una pequeña herida en su frente.

—Oye —lo movió un poco.

«¿Lo habré matado?»

Era algo gracioso en cierto modo pensar que siendo que quería salvarlo terminó por él mismo empujarlo a la muerte.

Buscó la muñeca del joven para medir su pulso y para su suerte aún tenía.

Levantándose tomó al joven entre brazos y sus pertenencias para luego dirigirse hacia donde había arrojado su paraguas haciendo una mueca al no encontrarlo.

—Vaya suerte la mía —observó a la gente para nada chusma y muy de ayuda amontonarse aún con la lluvia para ver el accidente.

Sabiendo que seguramente alguien de entre todos esos metiches inútiles habrá llamado a la ambulancia se va más tranquilo aunque apura el paso ya que no quiere coger un resfriado.

Una vez en su hogar se las arregla para entrar con el joven aún inconsciente en sus brazos.

«¿Por qué lo traje a casa?» Se pregunta de repente.

Podría lo más bien haberlo dejado allí y ni bien la ambulancia llegase se lo llevarían y curarían.

Lo lleva directamente al baño ya que no quiere mojar su querido sillón ni su cama.

Deja al joven dentro de la bañera y abre el agua a una temperatura que cree adecuada mientras comienza a quitarle la ropa al rubio cada vez más espantado con lo que ve.

—¿Qué te hicieron? —pregunta sabiendo que no obtendría respuesta, no aún al menos.

Recorre las cicatrices que hay en el cuerpo del joven y siente lástima al pensar cómo las pudo haber obtenido.

Fácilmente podría creer que el chico es uno de esos locos problemáticos que andan en cosas raras como luchas clandestinas y más, pero al recordar como lo vio allí bajo la lluvia, tan frágil, tan débil.

Notó de alguna manera que no eran solo las gotas de lluvia que recorrían los ojos de aquel joven y que silenciosamente pedía ayuda a gritos.

Tomó por último la mano para quitar la venda, supuso que eso significaba que la herida que tendría era reciente.

Con horror vió que no era una herida común, a carne viva estaba su mano, había sido quemada y seguramente por la venda la piel se había pegado a esta en algún momento terminando con ese resultado.

Sin saber porque tocó aquella herida y un pequeño chillido lo hizo mirar al joven rubio que lo miraba con clara muestra de miedo en sus ojos, esos ojos celestes que expresaban y decían mucho más de lo que querría saber.

—No te preocupes, no te haré daño —le dijo soltando suavemente su mano la cual el rubio la llevó a su pecho mirándolo con desconfianza mientras el contrario se ponía de pie—. Solo quiero ayudarte.

Estaba a punto de salir del baño pero la suave y temblorosa voz del otro lo detuvo.

—¿C..cómo te llamas?

—Itachi —respondió sonriendo apenas pero relajando aquel ambiente tenso que se sentía.








Nota:

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Carnivore [ItaNaru]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora