Rebekah Morrison

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- Estudiante de último año de licenciatura en Arte, 22 años, tercera hija de un matrimonio conservador y natal de Nueva York.

Es lo que la gente suele decir al presentarse frente a un grupo muy concurrido, es lo que dije cuando me tocó presentarme ante los del club del arcoiris, pero Marcus me corrigió y dijo:

- Te pregunté quién eras, no como te catalogaban.

Y entonces lo solté.

- Soy Bekah, una lesbiana reprimida por sus padres, jamás he tenido novia pero me he enamorado con anterioridad. Le tengo miedo a las aves y a mi familia...y me gustan los gatos — murmuré de corrido, oyendo al fondo del viejo salón una risita, que supe que venía de una rubia al parecer natural.

- Bienvenida al club del arcoiris, Bekah — añadió el rubio, extendiéndome un colgante con un dije de arcoiris.— solo los miembros tienen el honor de portarlo.

Y tomé el distintivo, ciñéndolo alrededor de mi cuello, mientras una chica bajita me entregaba una bandera morada, con un triángulo negro invertido y un hacha blanca en el centro; la bandera lésbica.

Pero esperen un momento, les contaré como llegué a saber del club.

*Flashback*

Lunes, lunes, lunes, hoy es lunes de escultura y de pintar murales, vaya grandioso lunes.

Desperté sonriente y me puse el conjunto que había preparado la noche anterior, siendo quien era en la facultad, no podía permitirme usar un conjunto repetido. El de hoy era sencillo, una camiseta a rayas blancas y negras, horizontales, pantalones acampanados y sandalias de plataforma negras, tomé mi mochila y mi estuche de escultura, saliendo con rumbo al edificio G-3, en el quinto piso.

Durante el trayecto recibí muchos cumplidos como era costumbre, la mayoría de los chicos del equipo de fútbol, y es que no era un secreto que estaba comenzando a relacionarme con el mariscal de campo. Aunque yo sabía perfectamente que esto no era nada más que una vil tapadera para mi latente homosexualidad y eso al parecer era un secreto para todo el mundo, justo como debía ser.

Llegué a mi casillero y lo abrí, en busca de un cincel nuevo, pero al momento de destrabar la tapa, cayó un volante de color blanco, con un sillón muy colorido de fondo que decía: "Club del arcoiris" y más abajo, la hora y ubicación de la siguiente reunión. Definitivamente era una broma de muy mal gusto, nadie, ni siquiera mi propia hermana sabía de mi orientación sexual, y eso teniendo en cuenta de que yo le contaba todo a Debbie. Decidí volver a guardar el volante y fui a clase, durante toda su duración estaba lejos de mi, pensando en la posibilidad que tenía de ir.

¿Era acaso un intento desesperado de mi alma para liberarse del secreto que la atormentaba desde que descubrí que me gustaban las mujeres? ¿O era tan solo el morbo habitual de saber quiénes más habían recibido la invitación a ese lugar? Sea como fuere, esa misma tarde, mirando el techo de mi habitación, me convencí de que iría; y así fue.

*Unas horas después*

Era de noche ya y con mochila en mano me dirigía al lugar de reunión, unas calles más alejadas del lugar de residencias.

Cuando verifiqué la dirección no parecía encajar con mi imaginación, una casa aparentemente destartalada se alzaba ante mis ojos y era mayor el miedo a ser violada que a ser expuesta frente a toda la universidad (porque sí, se me llegó a pasar por la mente que fuera una broma muy pesada de gente que sospechara).

Escuché pasos detrás de mí y fue entonces cuando me quedé helada, mi hermana menor estaba viniendo hacia el mismo lugar, con el mismo volante y al parecer, también el motivo. Ella me vio y yo tan solo me quedé callada y helada durante algunos segundos.

- Debbie de verdad...yo lo siento, tenía que haberte dicho pero... — tragué saliva mientras buscaba las palabras para explicarle todo.

- Yo no te juzgué antes y no voy a hacerlo ahora, Rebekah — respondió con una cálida sonrisa, muy poco común en ella.— te amo, y vamos a estar juntas en esto y en lo que sea que se venga, ¿si?

Asentí con los ojos cristalizados y me tiré a sus brazos, detrás de nuestra escena de cariño venían dos chicos. Conocía a uno de ellos, era Aiden O'Connor, había trabajado con él en un proyecto anterior, pintando un fondo para una de sus producciones; pero jamás me hubiera imaginado que fuera gay, o bisexual, se veía demasiado imponente y hasta cierto punto, intolerante.

La puerta del edificio se abrió y una chica de rasgos delicados nos hizo entrar.

El club del arcoirisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora