Poeta de Madrid

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Mis manos buscan un cuerpo sobre el que escribir con caricias un verso. Un verso que guardará el silencio en el fondo de un cajón lleno de historias de héroes de papel que no han sabido escapar de las páginas de un cuento. Al no haber cuerpo, se desliza desnudo el verso como tinta en el papel para morir entre los misterios de un poeta. Un poeta cuya alma no venció al tiempo regalando al viento la gracia de mecer su cabellera añil

Atrapados entre el mundo de lo vivo y el que dice vivir, vuelan los versos al cielo. Destinados a morir. Aquí espera el poeta, como una estatua eterna labrada en marfil, a que el verso tome cuerpo y mire los años que han pasado por los ojos fríos del diablo triste que se esconde tras la figura del maniquí

Corriendo sus lágrimas como un aguacero de verano, calle abajo, hablando de su porvenir, para dejar atrás al muerto que las vio nacer y ahora las ve partir. Esperando que un sol traicionero se abra paso entre el tormento y seque su piel y sus versos y sus lagrimas y los recuerdos que bañan las calles de Madrid.

La voz padece del mal agüero y se seca cuando mas tiene que decir, no habiendo whisky que la aliente ni historia que luche por salir. Y ahí espera el verso a acariciar con su piel de seda las palabras que aún quedan por decir y el poeta, ciego y anquilosado, como fantasma en un navío olvidado, no ve ya con mirada infantil. El verso acaricia sus restos con macabra tristeza, como el llanto del arlequín, arrastrando consigo el cuerpo de aquel que le hizo vivir; derramando sus cenizas pétreas por las calles de Madrid

Problemario I  /De abrazos desde la tormenta/Donde viven las historias. Descúbrelo ahora