Conejillo era perfectamente imperfecto. Él era maravilloso. Él se sentía poderoso, pero a veces era manipulable. Él decía que nadie la manipulaba, pero no era alguien, si no algo. El querer encajar. Conejillo buscaba la manera de encajar algunas veces y terminaba haciendo cosas de las que se arrepentia después. En ocasiones se dejaba llevar por su emociones y le faltaba carácter. Su alma era malvada, ni se diga de su mente. Podía verse su sonrisa exterior tan hermosa y contagiosa casi la mayoría del tiempo. Pero cuando lo miraba a los ojos oscuros, frívolos, atrayentes; me cautivaba y sentía el veneno de su mirada invadir mi alma. Su mente era una obra de arte. Rojo de su pasión, azul de su hipócrita bondad, morado de sus malos ratos, verde de sus alegrías torcidas, amarillo para atraer la atención, gris un aparente balance entre el bien y el mal, café por lo embriagante que era, negro como sus ojos y cabello, blanco, la maldad en su máximo esplendor. Todo. Todos los colores que tenía, eran un jodido desastre perfecto. Una obra de arte adictiva, que no podías dejar de ver, que lo único que querías hacer era averiguar información a montones sobre esa pintura.
Los matices de conejillo variaban en todo momento, pero siempre con una secuencia. Yo le prestaba atención a sus detalles. Había cosas que ni él mismo se daba cuenta o sabía. Él veía agua, yo veía fuego. Era complicado, pero de una manera maravillosa. Su mundo interior era extravagante y retorcido. Era como mirar un desierto y después saltarse al espacio; como mirar una delicada flor y a la vez un asesinato. Confuso, para los demás sin sentido, para mí, perfecto.
¿Conejillo? Su apodo se debía a los conejillos de indias, utilizados para experimentos. Conejillo a veces se dejaba llevar por las influencias de la sociedad, en esas ocasiones su magia desaparecía y se convertía en un maldito cabeza hueca, idiota. Pero él era feliz, recordar eso me tranquilizaba, me hacía sentir mejor. Aunque a veces parecía como los demás, no dejaba de ser él. Él era muchas cosas, no podía ser todo. Sus defectos lo hacían perfecto.
Dolía demasiado quererle, ese dolor que quema el alma, deja huellas, envenena y destroza. El dolor que le producía a mi alma era tan satisfactorio, como estar en una montaña rusa de emociones, subes, bajas, pero en todo momento la adrenalina está presente. Solo él era capaz de hacer sentir esas cosas. Lo odiaba. Y siempre lo odié. Odié poder contemplar esa obra de arte sin aburrirme. Odié mirarlo cada vez que sonreía. Odié amarlo cuando su mirada y mente se llenaban de pensamientos malvados/maravillosos. Odié no poder odiar a esa personita nunca.
Su esencia, ¿cómo era? Me preguntaron las almas inocentes. "Deberían de tenerle miedo" les dije y sentí la tensión en el ambiente. "Él se alimentaba del miedo, disfrutaba de su sufrimiento al escucharlos gritar de pánico. Los utilizaba casi siempre. Ganaba su confianza para así manejarlos a su maldito modo. Diganme, ¿cuántas veces hicieron algo por él? Muchas, pero en algunas no se dieron cuenta. Su show era espectacular." Débiles almas ingenuas. Solo eran unas marionetas estúpidas. Ninguna estaba a su alcance. Tuve que deshacerme de algunas, porque a veces a conejillo le gustaba jugar demás con sus marionetas.
Él me entendía pero me provocaba una guerra en mi interior, me sentía débil junto a él, todas las fortalezas que había construido para protegerme las tiraba con una mirada. Mi alma ya estaba acostumbrada a su veneno, mi cerebro registraba el dolor que me producía como medicina y juro que en esos momentos, pequeños toques de electricidad pasaban por todo mi cuerpo. Por desgracia, el tenía la llave para todos mis candados.
Amaba a conejillo, pero tuve que matarlo, él era nocivo para mí. Yo no era la única estrella en su cielo, no podía asesinar a las demás estrellas. Así que decidí matar a la luna. Y provoqué un apocalipsis en su mundo. Nadie lo merecía.
Nunca sabré quien era el menos cuerdo, o más loco; si yo por aseinarlo, o él por no matarme aún sabiendo la enfermiza obsesión que tenía, lo inestablemente emocional que era y lo peligrosamente enamorada que estaba.
Conejillo me quería, me lo dijo, pero demasiadas personas querían a conejillo. Era un Romeo. Solo que yo no era su Julieta. Ahora es mío, para siempre. Guardé su esencia en miles de escritos. Y su cuerpo en cenizas. Siempre está conmigo, lo quiera o no. Sigue siendo perfecto y me sigue causando dolor.No hay diferencia.
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Conejillo
PoetryMe temo que está condenada a vagar eternamente en su alma señorita. Sus ojos gritan que aún sigue atrapada, gritan, pero no piden ayuda, no quieren ser rescatados, quieren que los consuelen y envuelvan en un manto de amor puro y verdadero. Querida d...