El desafío .

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—¡Desafío!
Cuando la puerta golpeó contra la pared, los tres hombres miraron por encima de las fotocopias azules que estaban estudiando.
—¿Quién? —la voz de Seiya era baja y mortal.
—No lo he visto nunca antes —Dave movió la cabeza— un bastardo grande y negro. Acaba de salir del bosque como si fuese el amo del lugar.
—No en mi territorio —gruñó Seiya cuando se levantó— Josh, Richard.
Richard arqueó una ceja.
Richard miró de refilón al Beta igual a él.
—¿Por qué necesita emitir una orden?
—Testigos — dijo Josh —Dave vendrá como Omega.
—¿Por qué el Omega? — Richard arqueó una ceja — Él debería calmar al alfa, no alentarlo.
—Dave tiene una mejor oportunidad de evitar que Seiya mate al bastardo — encogiéndose de hombros, Josh avanzó — yo no le importó. Dave está más acostumbrado con la política del grupo.
No es una buena idea matar a un extraño sin saber quién es o de que manada viene. Si tiene una posición alta, otra manada puede enfadarse mucho.
Cuando Seiya pasó a su lado, Dave lo agarró por el brazo.
—No es de ninguno de los grupos con los hemos mantenido contactos. Él es el mayor hombre lobo que he visto.
Seiya soltó su brazo.
—No importa lo grande que sea. Esta es mi manada y va a continuar siéndolo.
Sus tres subordinados lo siguieron fuera de la puerta.
Seiya inhaló profundamente, cuando salió hacia el largo porche que bordeaba tres lados de su gran cabaña. Los numerosos caminos que llevaban a otros alojamientos y cabañas donde vivían los miembros de su grupo, desaparecían con la rígida vegetación que cercaba el gran claro.
Esta era su tierra, su manada. Dedicaba su vida a atenderlos y cuidarlos.
Un gruñido salió de sus labios.
Ningún otro hombre lobo iba a sacarle eso.
Una brisa fresca rodó a través del claro e inhaló nuevamente.
El viento de la primavera llevó los olores frescos de pino lavado por la lluvia, del verde bosque y de las flores de pino. A su derecha, un colibrí cantaba entre las petunias rojas que crecían en una de las macetas que rodeaban el porche. En un roble enorme próximo al porche, un encolerizado Jay azul reñía con una ardilla.
Entonces una segunda ráfaga trajo otro olor, uno almizclado, mitad lupino, mitad humano.
Un gruñido resonó en el pecho de Seiya cuando centró su mirada en un lobo enorme, negro, sentado calmadamente en el centro del claro.
Mientras los cuatro hombres salían del porche, el lobo movió la cola y bostezó.
El sol mostró los dientes largos y blancos.
Las reacciones de Josh y Richard no inspiraban confianza.
—Cristo, Seiya, he visto ponis más pequeños que este.
—¡Diablos! ¿Tienes que luchar solo? ¿No puede ayudarte uno de nosotros?
Seiya miró al hombre que había promovido recientemente para ser un segundo Beta y movió la cabeza.
—Es mi manada, mi lucha.
Richard pasó los dedos por el pelo.
El Omega de Seiya apretó su hombro y se apartó.
—Si yo fuese tú iría directamente a sus bolas.
El lobo negro continuó mirando fijamente hacia ellos.
Seiya no desvió la mirada del otro lobo.
—¿Dónde está Mina? —la última cosa que quería era que ella viese la pelea. Daría todo lo que tenía para ganar.
Sus tres subordinados se miraron.
—¿Dónde está Mina? —su voz se volvió más exigente.
—En la cabaña de Alexandra. Están preparando una nueva fragancia para los jabones.
—Asegúrate que continúa allí, Dave —Seiya movió la cabeza. — No quiero que ella se entere de esto hasta que esté terminado. Y… si pierdo, asegúrate que no intenta vengarme. No tendría ninguna oportunidad con un lobo así.
—La hembra del Alfa puede unirse una pelea si su compañero es herido gravemente.
Con el puño cerrado Seiya atacó a su primer Beta. Tenía que recordarle esa cláusula en particular de la ley de la manada.
—No, ¡Maldición! No dejaré que ella se haga daño de ninguna manera. ¿Has entendido?
Dando la vuelta, Josh miró fijamente al Alfa y movió la cabeza una vez.
—Si mueres, ella me va a matar.
Ignorando el comentario de Josh, Seiya se volvió hacia el enorme hombre lobo sentado calmadamente en medio de su patio trasero. Dave estaba en lo cierto. Nunca, en toda su vida había visto uno tan grande. Tendría que usar toda su habilidad y todos los trucos que había aprendido para derrotarlo y mantener el control de su manada.
Seiya maldijo por lo bajo. ¡Diablos! ¿Quién era ese… monstruo? ¿Y por qué tenía que aparecer ahora… justo cuando finalmente había encontrado a su compañera?
Secándose el sudor de la frente con la manga, cerró los ojos. Imágenes del rostro de Mina aparecieron en su mente, Mina riendo con él, discutiendo, amándolo. Cerró los puños con firmeza.
No perdería esa batalla. No iba a perderla, no ahora, no después de encontrarla.
Arrancándose la camisa de franela, avanzó.
Mientras caminaba hacia su oponente, una loba blanca salió del bosque, miró fijamente hacia ellos y corrió en dirección a la cabaña de Alexandra.
—¡Mierda! — Gruñendo sobre su hombro, Seiya estalló — Diablos Josh. ¿No puedes controlar a esa perra?
—Lo mismo que tú puedes controlar a la tuya — murmuró por lo bajo su Beta.

● ● ●

—Esta combinación de olores es realmente interesante Alexandra. Yo no habría pensado en mezclarlos.
La mujer más vieja rió, pero antes de que pudiese responder, una loba blanca apareció por la puerta.
La niebla plateada rodó y una mujer rubia desnuda apareció ante ellas, con una mano detrás de una cadera mientras jadeaba para respirar.
—Seiya… desafió… a un enorme hombre lobo… ahora.
Mina no esperó oír más. Sin molestarse siquiera en transformarse salió por la puerta y corrió a la cabaña que compartía con su compañero hacía apenas tres semanas. ¡Nadie pondría marcas en su piel excepto ella!
Minutos más tarde se dirigió como un rayo fuera del bosque, a la derecha del camino del claro, evitando fácilmente a los hombres que estaban parados allí para interceptarla y corrió al lado de Seiya.
Él la cogió cuando lo alcanzó.
—Sal de aquí, Mina, este no es lugar para ti.
—¡Escúchame! — jadeó ella mientras luchaba por recuperar el aliento. — Te amo y no voy a dejarte hacer una estupidez.
—¡Maldición! — la rabia sustituyó a la determinación en su rostro. — Esta es mi manada. Soy el Alfa. Tengo que aceptar este desafío.
Mina paró de luchar. Girando para encararlo, le cogió el rostro entre sus manos.
—Nunca esperaría que hicieses otra cosa —ella contuvo una lágrima- pero no puedes esperar que me quede quieta y te vea morir. Puedo ayudarte. La ley de la manada lo permite.
Cerrando los ojos, envolvió los brazos a su alrededor y descansó su cabeza en la de ella.
—Lo sé, pero el pensamiento de mordiscos y golpes en tu cuerpo, Mina, no puedo soportarlo, ni verte seriamente herida. Y mira hacia él. No tienes ni una oportunidad contra algo así.
Después de besar su frente, se giró para enfrentarse a su oponente.
Por un momento Mina permaneció congelada en sus brazos.
Entonces ella jadeó.
Y maldijo.
Y maldijo de nuevo… ruidosamente.
Poniendo el tacón de su bota en el pie de Seiya, ahora desnudo, se liberó de su abrazo y fue en dirección al lobo negro que la miró fijamente, con la lengua fuera de la boca.
—¡Tú, desconsiderado, imprudente, inoportuno, imbécil, babosa idiota! ¿Cómo puedes ser tan canalla? ¿Sabes lo que acabas de hacer conmigo, no es cierto? — Parándose a pocas pulgadas frente a él, golpeó con el dedo su nariz —¡Serás burro! Espera, voy desollarte vivo por esto.
Después del agudo dolor en su pie y del choque por el comportamiento de Mina, Seiya saltó a su lado.
—¡Diablos Mina! Podría matarte.
Apretando los dientes, ella gruñó primero a Seiya y después al lobo negro.
—¡No lo hará! No me ha derrotado en una lucha en los últimos ocho años, ¿no es cierto ingrato?
Al principio Seiya se quedó con el mentón caído.
—Entonces, ¿tú lo conoces?
Mina ignoró a Seiya y, antes que el lobo pudiese reaccionar, lo golpeó en las mandíbulas.
Abriendo la boca para mostrarle los mortales caninos, el lobo gruñó ferozmente.
Seita la agarró por el brazo.
Ella se liberó.
—Claro que lo conozco. Este es Taiki — mirando al lobo continuó - Mírame. Intenta morderme y verás lo que pasa.
—¿Taiki? ¿Quién es Taiki? — Seiya movió la cabeza.
Levantando las manos en el aire, Seiya se giró para mirar a su compañero.
—Taiki. Mi hermano. ¿Quién pensaste que era? ¿El Dalai Lama?
Seiya miró fijamente, primero a Mina, después al lobo.
El lobo sonrió.
Moviendo las manos en el aire, Seiya maldijo… alto y claro.
—¿Hermano? ¿Cuántos hermanos tienes?

(No pude dormir por estar pasando este capítulo, así que aprecienlo :'c)
Si eres nuev@ por aquí te recomendaría leer los anteriores libros de la saga para entender a más profundidad.  n.n

Caluroso Anochecer. (FINALIZADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora