Deseo liberado.

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En sus brazos Ami gimió y se estremeció de nuevo. Contrajo los músculos vaginales alrededor de su polla, y Taiki se obligó a calmar el deseo de disfrutar derramando su semen en ella, No, todavía no. Esperaría, la haría correrse otra vez antes de que lo hiciera él. Era suya otra vez, y tenía la intención de conservarla.
Otra vez los músculos internos de ella le acariciaron la polla, apretándola y soltándola.
Ella le mordió el hombro.
El lobo en su alma aulló de alegría, persuadiéndole, instigándole a ponerla en el suelo rodar encima de ella montándola y reclamándola como suya. Contuvo ese deseo. En otro momento la reclamaría, disfrutaría del placer de golpear sus caderas contra su trasero mientras su polla se deslizaba dentro…pero no esta noche. Esta noche era de Ami. Su placer era lo primero. Además, era demasiado bueno sentirla sentada encima de él, quería tenerla en su regazo.
Deslizó las manos en su trasero apretándole las nalgas. Él meneó las caderas.
Ami gimió contra su hombro.
La besó en la unión entre el cuello y el hombro, pellizcándole la piel, inhaló el caliente olor de ella. Olor del sexo, del clímax femenino que les rodeaba.
La polla latió entre sus piernas.
La lujuria le recorrió las venas. Su mujer, su compañera. Todavía no había acabado con ella. Un pinchazo agudo siguió a su tierno beso.
—Estás tan caliente y mojada amor. Me duele la polla y las bolas me arden. No te detengas.
Estremeciéndose ella levantó la cabeza y lo miró fijamente a la cara. Sus dorados ojos entornados estaban desenfocados, con las pupilas dilatadas. Las fosas nasales se le dilataron cuando ella inhaló. Inclinándose hacia adelante, capturó su labio, empujó su lengua en la boca para encontrarse con la de él. Tras un largo gemido, contrajo y seguidamente relajó los músculos internos alrededor de su verga. Ella comenzó a moverse de un lado a otro nuevamente.
El sudor cubría el cuerpo de Taiki cuando puso las manos sobre los perfectos pechos de ella y se los chupó con fuerza.
El algodón suave de la colcha se frotaba contra sus bolas, el suave roce hizo que se le endurecieran más. Nuevamente su polla pulsó, cuando los músculos mojados de ella lo apretaron.
La humedad se le deslizaba y caía en la cama bajo él.
El olor del sexo invadió la habitación.
Su alma de hombre lobo estaba aullando por correrse.
Gimiendo, deslizó las manos por su espalda hasta las nalgas sacudiéndolas y apretándoselas, acercándola más a él. ¿Cuándo había estado tan profundamente enterrado en una mujer?
—Cabálgame amor, no se te ocurra pararte ahora.
Apartándose de su boca, Ami le agarró por los hombros arqueando la espalda.
—Oh, dioses. Estás tan duro, eres tan grande.
Taiki impulsó sus caderas.
Ella apretó las piernas en su cintura sollozando y se inclinó hacia adelante estremeciéndose. Los duros pechos tocaban su tórax. Los músculos vaginales pulsaban contra su polla.
Gotas de sudor aparecieron inesperadamente en la frente de él.
Temblando, ella gritó, desmoronándose contra su pecho. Se había corrido de nuevo.
¿Cuánto tiempo podía resistir él? ¿Cuántas veces podría hacerla gozar?
Una vez que la tensión abandonó el cuerpo de ella, Taki comenzó a moverse lentamente.
Latiendo y vibrando profundamente dentro de ella, su polla estaba atrapada en el calor pulsante y mojado. No podía aguantar mucho más.
—Una vez más, amor. Móntame. Me pones tan duro. Llévame tan hondo como puedas— dijo sujetándole el trasero, guiándola, ayudándola.
Ella le mordió una tetilla, y un dolor delicado vibró en sus ingles.
Más y más rápido, Ami se movió adelante y atrás en su polla. Ella sollozó y gimió.
—¡Taiki! Necesito…
Sus músculos le atraparon de nuevo.
Él apretó los dientes.
—Todavía no amor. No pares. Fóllame. Estoy a punto de correrme. Y quiero hacerlo bien dentro de ti.
—Taiki, oh Taiki, oh Taiki — ella cantó su nombre echando la cabeza hacia atrás.
Él miró los pechos que se balanceaban.
El olor de celo sexual y liberación inundó el cuarto.
—Eso es amor. Un poco más, solo un poco más — su polla estaba completamente enterrada dentro de ella. Sus sedosos cabellos púbicos le acariciaban el estómago.
Un sollozo escapó de su garganta, seguido de otro y de otro.
—¡Taiki! No puedo… aguantar… más.
Él se enterró en ella una última vez.
—¡Ahora, amor, ahora!
Cuando se fundió en torno a él, el fuego estalló en sus testículos, atravesó toda la longitud de su polla y explotó dentro de ella.
Las lágrimas corrieron por su hombro hasta el pecho cuando ella sollozó contra su cuello.
Cuando se recostó contra la pared, Taiki tenía el cuerpo estremecido. Pequeñas y brillantes luces bailaban ante sus ojos. Nunca había experimentado una cosa así.
Ami le había llevado además de al reino del sexo agradable, al del fuego brillante y de eterna pasión. Dios cuanto la amaba.
—Taiki, no puedo parar… — ella sollozó contra su hombro — no puedo controlar…
La abrazó fuertemente.
—Shhh, llora. Puedes llorar cuanto quieras. Te mantendré segura. Te amo.
—Yo también te amo — sollozó ella - lo siento mucho… yo no quería… te hice daño.
Respirando profundamente, Taiki la levantó de su pene acunándola en su regazo. Le apartó el cabello del rostro con los dedos.
—Shhh. Ya ha pasado. Has vuelto a mí, y nunca te dejaré marchar de nuevo.
Ella suspiró contra su pecho.
—Estoy…tan…cansada. No consigo estar despierta.
Él sonrió contra su cabeza.
—Duerme. Estaré aquí. No voy a marcharme a ningún sitio.
Ella restregó la mejilla contra su pecho, se acurrucó contra él besándole la piel que encontró.
—Te amo — suspiró.
Cuando Ami se durmió en sus brazos, Taiki se movió para encontrar una posición más confortable apoyándose en la pared sonrió. Nunca pensó en volver a ver a Ami de nuevo, pero la había encontrado, había vuelto a tomarla como su compañera, y en el proceso, había tenido el mejor sexo de su vida.
Todo lo que tenía que hacer ahora era buscar al ser que la había dañado y matarlo.

Caluroso Anochecer. (FINALIZADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora