Prólogo.

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Amantes eternos

Vil dama, te ciega la maldad de mi alma.
Vives idealizando, amando, sufriendo.
Estás estancada y pierdes la calma.
Mírate, solo te estás destruyendo.

Brillas cual hermoso destello,
pero vives en una utópica vida,
en la realidad eres una incomprendida,
una desquiciada y masoquista.
Matices sombríos te rodean,
pero tú lo miras como algo bello.

La sorpresa de tu mirada perdida,
contiene esa magia de cual centello.
Entre tu paranoia constante día a día
vagas en ese amor que te mantiene distraída.

Podrías ser una musa perfecta,
pero parece que nadie más lo nota,
¡lo sublime! ¡lo encantadora! ¡Y maravillosa qué eres querida mía!
Lamento tanto, no poder ser el artista que te retrate. Y lo siento por  tener que verte sufrir esa parte.

ConejilloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora