Inicio.

4 0 0
                                    


Se puedever un orfanato y muchos niños dentro de él. Normalmente son ungran grupo numeroso. Pero en una de esas esquinas, en el aire libre,se puede ver una niña. La chica esta en una esquina, llorando. Susorejas picudas delatan que es una elfa, pero sus ojos demuestranrasgos humanos. Mientras la niña llora, un grupo de niños se leacerca lentamente y sin separarse. Esos niños en sus manos llevanpiedras y con cara de malicia ven como la niña llora. Con cara demalicia le gritan:

- Asquerosa, no mereces vivir aquí. Noeres humana ni nada, mereces morir. ¡Fuera!

Seguidamente la pobre elfa empezó aser apedreada. La chica corría hasta que cayó por un precipicio. Deesta manera los humanos que le apedreaban la dejaron estar y fueronde nuevo al recinto del orfanato.


La pequeña se magulló el cuerpo.Varios rasguños en su cara, otros en sus brazos... y sus ropasquedaron un poco rasgadas. La pequeña de trece años subió de nuevopor el pequeño precipicio. Una vez arriba, miró al orfanato condesprecio. Dio un paso hacía delante... de repente se paró. Pensabacon el puño cerrado. El orfanato no podía ser su lugar, o perderíala vida. Siempre fue maltratada en él. Los dueños del orfanato nose preocupaban por su salud, ni los daños físicos y psicológicosque le producían los demás niños.


Dio media vuelta y bajó de nuevo porel precipicio. Se metió en el bosque y allí, bajo el manto de lanaturaleza, se acurrucó en unas rocas y se puso a dormir...nuevamente llorando.


La chica se levantó por el sonido deunos carros. Los carros eran portadores de alimentos. La chica lesempezó a perseguir con mucha cautela. Los carros estaban muy bienvigilados por guardas, parecía un cargamento importante. Les alcanzóel manto oscuro de la noche dentro del bosque e hicieron uncampamento. La niña tuvo que dormir cerca, pendiente de susmovimientos.


Los soldados fueron a dar una vueltade reconocimiento. Vigilaban que no hubiera ningún bandido en lascercanías. La niña se dio cuenta y subió a la cima de un árbol.Al ser pequeña no fue descubierta.


Se hizo de día y los carros volvierona la marcha. La pequeña elfa casi los pierde de vista, peroconsiguió ponerse cerca de ellos sin grandes esfuerzos. Tras estarunas horas caminando salieron del bosque y al horizonte se podía veruna ciudad bastante oscura. Era la ciudad de Nibelheim.


Entraron, y el carro entró en elcastillo. La niña ya no pudo entrar. Un hombre sorprendió a laniña:

- Ey, pequeña elfa, ¿Qué haces aquí?¿Dónde están tus padres?

La niña miró al hombre y estabaabsolutamente perdida:

-Discúlpeme señor. No queríamolestar... ya me voy. Lo siento.

- Quieta elfa. Estás algo sucia. Tomaestos alimentos. –Extendió su mano con una manzana y un trozo depan.- Si deseas ayuda, puedes encontrarme rondando por los muelles.Soy marinero. El mejor.

- Gra... gracias señor. Ahora debomarcharme, no quiero causar más molestias. Gracias.

La niña salió corriendo con losalimentos hasta un callejón. En ese callejón, agachada, comenzó acomer esos alimentos. Unos adolescentes aparecieron y al ver a lapequeña elfa sola entraron:

- Elfa, ¿Qué comes? ¿Te hemos dadopermiso?

- Dis... disculpe señor. No era miintención...

- Cállate maldita elfa. Dame todo loque tengas. –siguieron los adolescentes humanos.

- Aquí tenéis señor. Todo lo que unmarinero me dio. –entregó las migajas de pan y el trozo sobrantede la manzana.- os ruego que no me maltratéis.

- Cállate niña. Ahora quiero que telances al suelo y ¡ladres!

La niña con una gran pena en sus ojosse extendió al suelo y comenzó a ladrar. Seguidamente losadolescentes se fueron riéndose de la pobre niña y tirando lacomida de la niña al suelo con desprecio.


Un niño de unos siete años, queestaba escondido, lo vio todo y salió para hablar con la pequeñaniñita:

- Disculpa niña. Te he visto muyhambrienta. Toma, aquí tienes mi bocadillo. Me lo hizo mama estamañana, pero yo no tengo hambre. ¿Cómo te llamas? Y soy Kiku

- Oh... vaya, muchas gracias. Soy...soy... - miró una pulsera que llevaba en su muñeca derecha. –Pyroteus. Hacía mucho que nadie me lo preguntaba.

- Dime Pyroteus, ¿donde están tuspapis? ¿Cuántos años tienes?

- Pues... mis padres... no seexactamente... y tengo trece años.

- Vaya, que orejas mas raras quetienes. ¡Son picudas! Que bonitas. ¿Quieres ser mi amiga?

- ¿Amiga? ¿No quieres pegarme?

- Claro que no.

Seguidamente el niño cogió de lamano a Pyroteus y se la llevó a su casa. Era una casa de uncampesino más bien pobre. No parecían tener mucho dinero, por lovisto lo indispensable para sobrevivir a duras penas. La semielfa secomió el bocadillo. La casa de madera, madera más bien roñosa,parecía que podía caerse en cualquier momento. El niño, Kiku,mantenía una sonrisa constante. A veces podía ser hasta molesta.Pasaron el día allí, hasta que los padres de Kiku, aparecieron:

- ¿Qué es esa oreja picuda? ¡Kiku!¿Cómo has podido traer a una elfa a casa? ¿Quieres que nos maten?

Cogieron a la niña, la echaron decasa y cerraron la puerta. Seguidamente, ya era de noche, losguardias vieron el panorama y se acercaron a la niña. Pyroteus teníatoda la cara llena de barro. Los guardias desenfundaron sus armas yse prepararon para ejecutarla. La niña se levantó y saliócorriendo como pudo. Finalmente se metió por un callejón, por dondeel cuerpo de los guardias, no cabían. La niña seguía corriendo conlos ojos llenos de lágrimas.


La pequeña pasó la noche en lacalle. En los suburbios, junto a vagabundos y borrachos. Allevantarse al día siguiente, junto a un borracho, pudo ver quealguien intentó quitarle los trapos que llevaba, pero no tuvoexisto. La semielfa se levantó y con la cara de desprecio de todoscon los que se encontraba. Los guardias le volvieron a ver. Esta vez,la consiguieron atrapar. La llevaron hacía el castillo. No la iban aejecutar, tenían orden de hacer que se pudriera en una celda...muerta de hambre.


Finalmente la encerraron. Incluso lospropios presos sentían odio ante la pequeña semielfa. Pasaron undía. Dos días. Incluso hasta tres días. La pequeña no comía, nobebía. La pobre estaba en las últimas. La puerta se volvió aabrir. Entraba alguien. Era el hombre que en un pasado le había dadode comer. En su mano sujetaba un garrote y abría la celda condelicadeza.

- Nos volvemos a ver. No tienes quequedarte por aquí.

Seguidamente el hombre abrió la celdade los demás presos.

- Verás, soy Mayck. Estos de aquí,que eran presos, son mis camaradas. Juntos somos fugitivos de la ley.Nos odian por equilibrar la balanza.

- Yo soy... me llamo... Pyroteus.

- Bien Pyroteus. Visto que a ti te hancapturado también, aunque no se porque, pero no creo que una niñatan mona haga ningún delito, ¿Qué te parece si seguimos hablandofuera? ¿Puedes moverte?

- Pues... señor... no puedo.

El hombre cogió en brazos a lasemielfa y se fueron con calma junto a sus camaradas. La niña,perdió la consciencia.

La historia de Pyroteus.Where stories live. Discover now