¿Por qué debe ser tan difícil la vida?
Pensó Yoongi, cuando al entrar a la tienda de conveniencia no pudo evitar prestar atención a las tres personas cerca de la caja. Su aspecto era andrajoso, como si sus ropas no pudieran volver a ser del color que alguna vez fueron. Era triste ver como sus dedos seguían contando y sus ojos se tornaban más preocupados. Los ojos de la mujer y ambos niños se veían necesitados de que el dinero les cayera entre los dedos.
Discutió consigo mismo si valía la pena quedarse sin comida esa noche para acallar la voz en su cabeza, y al no poder con su conciencia dejó caer el dinero en el camino de la famélica pequeña que caminaba con tristeza por no poder comprar un plato de fideos extra.
La niña, que para ese entonces debía de haberse desarrollado, pero en cambio era un palillo tratando de no romperse a sus cortos 15 años. Observó como el billete cayó de las manos de chico que pasó a su lado, sin mirarle. Lo detuvo para tomarlo y dárselo al desconocido, pero se detuvo un segundo para escuchar el rugir de su estómago. Pensó en su hermano, en el hambre que debía estar pasando y pensó en su padre, quien le educó tan bien que siguió al chico hasta la entrada para detenerlo.
—Oppa, esto se le cayó.
No se atrevió a detener su cuerpo, ya muchas personas la habían mirado con asco aquél día y no estaba dispuesta a recibir otra mirada degradante.
—¿Oh? —se volvió con sorpresa fingida. Al poder notar la delgadez extrema en las lindas facciones inocentes de la chica no pude evitar darle un sonrisa, de esas que das como consuelo—. No es mío, yo creí que era tuyo, ¿Estoy equivocado?
—Pero...
Al confundir su sonrisa por amabilidad, y no lástima, la niña le dedicó una sonrisa de labios rotos y secos. Entendiendo lo que el mayor estaba haciendo.
—¡Sook, ven acá! —escuchó a su madre desde alguna parte de los pasillos. Sabía que la estaba mirando de la misma forma en que la había mirado desde que vivían a la interperie, como una madre tigresa esperando a atacar a quien le hiciera daño a su cría.
Miró a su madre al fondo, sorprendiendose de la despreocupación en su rostro y volviéndose para agradecer al misterioso chico, pero notando demasiado tarde que él ya se había ido, dejando su pecho retumbando al son de su corazón.
«¿Lo habré imaginado?»
Se dijo antes de correr hacia su madre con los fideos instantáneos en una mano y el billete de ₩5 000 la otra. Su ojos se humedecieron cuando al acercarse a su madre con el billete le miró consternada.
—¿Te lo has robado? Pequeña ladrona.
—No, mamá —cruzó los brazos el cruz frente a su cara para evitar que su madre tirara de sus orejas—. Lo encontré, lo juro.
—Dios santo. Creo que sirvió no agitar nuestras piernas cuando nos sentamos* ¿No crees, Sungie?
Al escuchar tal superstición de parte de su madre no pudo evitar sonreír hacia el pequeño Sungkyun. Él sonreía desde abajo, con sus pequeños dientes de ratón y el cabello despeinado molestándole los ojos.
—Dame cinco, tonto.
Le tendió la mano al pequeño para que le golpeara la plana con su pequeña mano.
—Iré a pagar esto, niños.
Les avisó la mujer antes de dejarles solos con la compañía del otro. Sonrientes, aún cuando el mañana estaba borroso y sus estómagos estaría llenos sólo un par de horas.
«Ojalá él vuelva» no pudo evitar pensar la chica sin soltar la mano de su hermano pequeño y mirando sobre los logotipos publicitarios que pegaban a los cristales de las ventanas, esperando porque el chico que le había robado el corazón regresara a devolvérselo.
•••
¿Podría alguna vez Yoongi recibir algo a cambió?
Tener un día completamente feliz, donde su estómago no pidiera más comida y su corazón dejara de correr tan rápido por la ansiedad.
Esperaba el día en que pudiera ser el alguien que siempre quiso, mientras miraba por la ventana, pidiendo a la luna llena que su sueño se volviera realidad y que no se quedara disuelto en las nubes nocturnas como todas las esperanzas. Y miró a los chicos que dormían a su lado, esos que lo hicieron creer que juntos podían pasar cualquier cosa, cualquier obstáculo que se pusiera en su camino.
Sin embargo, Hoseok se había marchado aquella tarde, sin despedirse de él. Ni siquiera había dejado una nota o algo parecido. Se había ido horas antes de que él llegara a casa, exhausto de las pocas energías que su hambriento cuerpo podía darle.
Encontró a Jungguk llorando en el baño, con la puerta abierta sin importarle que todos en casa pudieran escucharlo. Hoseok se había ido porque, al igual que él, había perdido la esperanza en aquel proyecto que no iba a ningún lado.
—Se fue, hyung.
Fue lo único que el pequeño pudo decirle antes de sollozar desde el suelo. YoonGi se acercó a él para acariciar su espalda, porque no sabía qué más hacer. Nunca había sido bueno consolando a las personas.
—Aquí estoy, Ggukie-le susurró, sintiendo como el cuerpo del menor sufría para respirar. Ggukie aun lloraba como un bebé que reclamaba por su madre y Yoongi no podía evitar desesperarse. Después de todo era casi un niño, con sólo 15 años cumplidos.
Todos los demás esperaban por Jungguk en la sala común, donde al estar juntos se esperase que hablaran, pero estaban ensimismados en sus propias cabezas. Pensando en lo que había hecho a Hoseok marcharse de aquella forma tan abrupta.
Hoseok era el más feliz, el más brillante. ¿Qué había pasado?
Se mentían a sí mismos. Se decían que era culpa propia y que nada de lo que hicieran traería a su hermano de vuelta.
Yoongi sintió las lágrimas caer por sus mejillas, en silencio para que ninguno de sus hermanos pudiera escuchar como se rompía. No tenía a nadie a quien decirle lo mucho que extrañaba a Hoseok o lo difícil que había sido aquel día.
Estaba Jimin, pero él ya tenía suficiente tratando de pasar las pruebas que PDnim le ponía en el camino como para preocuparse de los demás.
Namjoon era su líder y era bueno escuchando, pero no podía pararse frente al menor sin pensar que estaba recurriendo a su hermano menor por ayuda. Él más que nadie trataba de ser fuerte, pero aquella tarde sus ojos llenos de dolor no pudieron borrarse de la memoria de Yoongi.
No pensaba en otro. Seokjin estaba lidiando con demasiado después del rompimiento de su novia, el baile, el canto.
Le dio perspectiva.
«Tal vez no estoy tan jodido como creo» pero no pudo sentir aquellas palabras más falsas y egoístas.
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nervous; m.yg //En edición//
De Todo"¿Por qué soy el desdichado niño de Omelas? Mi desgracia a costa de su felicidad. Que bajo he caído" | Kagemusha93® | 2018 |