Termino de hacer mi maleta. Voy con tiempo me digo, pero una pequeña parte de mi piensa o sabe que miento. Compruebo una última vez la hora y mi piso. No me dejo nada, o eso quiero creer. De todas formas, ya no me queda tiempo. Al mismo tiempo que cojo mi maleta y cierro la puerta de mi casa con llave, llamo a un taxi con mi teléfono, para que venga a recogerme. Apenas he dormido esta noche de la emoción. Aún no me puedo creer la gran oportunidad que he recibido, pero basta con volver a ver el billete de avión para darme cuenta, una vez más, que esto es real. Muy real.
Todo este embrollo comenzó (jajaja siempre he querido usar esta frase) hace tres semanas. Are insistió en que participase en aquel estúpido concurso, del cuál estaba más que harta de escucharlo anunciado, por todo lo largo y ancho de la ciudad. Pero él no paraba de repetirme que si no me apuntaba yo, me apuntaba él. Decía que si no entraba sería un malgasto de talento artístico y cuando finalmente entré no dejó de decir que si no ganaba es porque no apreciaban mi arte. Are solía ser un pesado de tomo y lomo, pero se le quería.
Ahora, que parece que ha pasado mucho desde aquello, que se me queda tan lejano, estoy yo aquí metida en un minúsculo taxi, de camino al aeropuerto, con mi recompensa a buen recaudo en el bolso rojo.Como todas esas veces en las que recuerdo, las lágrimas amenazan con salir de mis ojos. Parpadeo varias veces, para alejarlas del precipicio de mis profundas ojeras.
Finalmente el taxi llega a las enormes instalaciones del aeropuerto. Después de darle el dinero y bajar mi maleta, entro dentro.
Ahora viene la parte más aburrida de todo, algo que yo llamo así como: El Checkeo. Básicamente es llegar, facturar la maleta, pasar por el control y aburrirse como una ostra hasta que llegue el avión de las narices, eso si es que no lleva retraso.Hora y media más tarde y el avión sigue sin llegar y yo la verdad me estoy empezando a desesperar de estar aquí sentada jugando al Pixel Art.
Como veo que la cosa va para largo, decido abrir la maleta y sacar La Libreta.Cuando he mencionado arte, lo primero que habrá pasado por vuestras genuinas cabezas habrá sido grandes cuadros y esculturas de cara aburrida. Pues no, mis queridísimos lectores, no. Yo se dibujar como un pato mareado y no me des un trozo de mármol, porque lo tomaré por piedra vulgar y te lo querré lanzar a la cabeza (créeme, me ha pasado) .
Yo escribo. Eso si que se me da bien. Eso y ser una borde sin escrúpulos. Pero eso ya no necesitas que te lo diga, es más que probable que te hayas dado cuenta tu solito/a.Y aquí es cuando entra en escena La Libreta. Me la regalaron hace años, al empezar secundaria y aún no la he acabado. Se supone que era no se que cosa terapéutica. O al menos eso dijo mi madre con una enorme sonrisa en la cara, de esas que le ponen a los críos pequeños para decirles que dos más dos no son tres.
Es un libro enorme y de tapa de piel, esa tan suave, que sabes que es de la buena, y no plástico barato que intenta simular una buena portada. Llena absolutamente de páginas blancas de papel reciclado.
El caso es que cuando me la regalaron me encantó. Nah es coña, la odié mucho. Pero no podía separarme de ese enorme libro. Como he dicho antes, era y es con fines terapéuticos y según mi madre tenía que escribir mi día a día. Algo así como un diario pero el doble de grande y mohoso.No, no tengo ningún tipo de cáncer o alguna otra enfermedad terminal. Porque esto no esta escrito para explicar la pena que doy. Oh, bueno, tal vez si, porque soy terriblemente patética. Pero no gira en torno a mi enfermedad, si es que tener algún que otro problemilla a la hora de hacer amiguetes se puede llamar enfermedad.
Desde pequeña siempre fui un poco rara. Era algo tímida con la gente que no fuese de mi familia, a si que los compañeros de clase, me dejaban un poco de lado en primaria. Pero yo no estaba preocupada, recuerdo ser bastante feliz, a pesar de que a veces me daban ganas de llorar, por no ser capaz de pedir un lápiz (ya lo veis, lo típico).
Como decía, yo era una chica bastante alegre. Hasta que empezó la secundaria y lo que era una pequeña tímidez (o eso creía) resultó ser timiditis aguda. Es decir, según dijo el médico, semanas más tarde de empezar el curso, yo tenía "graves problemas para socializar". En otras palabras, era una asocial o antisocial o como te salga de las narices decirlo.
El caso es que empecé la secundaria con solo dos amigos: Rachel y mi dinosaurio Timmy. Ah, bueno, y el "diario" si es que eso se podía contar. Y acabé el primer curso con cero amigos. Hasta mi dinosaurio de peluche me había dejado de lado, y mira que eso ya es patético.
Lo único que no me había abandonado era el viejo libro mohoso de blancas páginas, ya no tan blancas. Y digo eso último porque cenando se me cayó un bote de tomate encima del libro, no te vayas a pensar que escribí algo. Simplemente lo llevaba conmigo, como quien lleva un adorno en el pelo. Solo que marrón excremento y dos kilos más pesado. Así acabé primero de la ESO (Educación Secundaria Obligatoria).Empezó segundo y decidí ponerle un nombre al diario. Lo llamé "La Libreta".
Y ahora, después de haber acabado la universidad, y haber empezado a trabajar como redactora en un periódico sigo con la misma porquería de libreta. Solo que ahora si lleva cosas escritas.
Empezé a usarla de verdad (y no como mantel para mis cenas) cuando terminé bachillerato. Cómo te quedas.
Escribía cosas sueltas. Recordatorios. Datos curiosos. Y ahora es mi vía de emergencia para el aburrimiento.Finalmente aparece en la luminosa y gigantesca pantalla de llegadas, la puerta de mi avión. Cojo la maleta y en menos de tres minutos ya estoy en la cola. Suerte que la puerta me pillaba al lado que si no me veía perdida en el aeropuerto.
Doy mi pasaporte, doy mi billete, el momento de la verdad. Paso sin problemas, toooodo en orden. Que susto, te juro que había aguantado la respiración. Porque no es plan de que ahora todo este lío no haya servido para nada, sabes?Me acomodo en mi asiento del avión y entonces es cuando me doy cuenta de lo estúpida que soy por no haber podido ir al los aseos cuando pude. Ahora si me entran ganas de ir en mitad del vuelo o me espero seis horas sentada en un intento de sillón hasta llegar al J.F.K aeropuerto o voy al minúsculo "aseo" del avión, el cuál además no tengo ni la más remota idea de donde está, a si que voy a tener que preguntar en inglés a algún azafato o azafata del avión donde queda el baño.
Pero ya no hay tiempo para pensar en eso, porque faltan menos de tres segundos para que despegue la alargada caja de aluminio y plástico.
Cojo a toda prisa un Tic-Tac para evitar que se me taponen los oídos al despegar, pero ya es muy tarde y no voy a poder oír bien por el oído izquierdo en las últimas veinticuatro horas. Vamos, en resumen, un fantástico comienzo para el viaje.Seis horas más tarde yo estaba saliendo del avión, con la cabeza como un bombo de tanto ver películas en latinoamericano (no había otro idioma disponible lo más parecido posible al español, en la televisión del avión), una ligera sordera en el oído izquierdo y la vejiga a punto de explotar.
Pero por fin, ya estoy en la ciudad de las luces, la ciudad que nunca duerme: Nueva York. O al menos, en su aeropuerto, el John Fitzgerald Kennedy Airport. Aún me queda una hora en taxi si es que sobrevivo al intenso control al cual nos vemos sometidos los extrangeros europeos.
A eso de las doce de la mañana, en horario neoyorquino, llego a mi hotel, el RIU New York Time Square y me dejo caer en mi cama del piso veintiocho. Las vistas te quitan todo el aire de los pulmones pero yo estoy demasiado cansada para pensar en eso. Solo quiero dormir, pero si quiero vencer al Jetlag debo esperarme a que sea por la noche, es decir, mínimo nueve horas sin dormir.
Como no tenía nada pensado para el día de la llegada, me tomo las cosas con calma. Voy al aseo, me doy una ducha en mi baño, deshago la maleta y me pongo las canciones más animadas posibles, para mantenerme activa mientras hago las tareas. De golpe, se reproduce una canción que no debería estar en la playlist. Dejo de deshacer la maleta y miro con odio y desprecio a mi teléfono.
La animada melodía suena por toda la habitación. Pero de alegre no tiene nada.
A veces quiero tirar mi móvil a la basura.Wherever I go there's a shadow of you
La letra de la canción cae sobre mi corazón como una enorme piedra de mármol. De ese de calidad, perfecto para lazárselo a mi teléfono y romperlo en mil pedacitos.I don't even try looking for something new
Me tiemblan las manos, quiero apagar la música, esa música que me invita a lo que llevo evitando desde que salí de mi cueva. Noto como en pocos segundos se me acelera el pulso y entro en un estado de... pánico. De absurdo y desbordante pánico.I know I can lie but I won't lie to you
Wherever I go you're the ghost in the room
Alcanzo el móvil pero las lágrimas ya amenazan con salir.I don't even try lookin' for something new
'Cause wherever I go I've lookin' for youEs lo último que pienso y escucho antes de caer de rodillas en el suelo, mientras me deshago en un mar de lágrimas sobre la moqueta del hotel.
Sus chispeantes verdes ojos son el recuerdo más doloroso que tengo.
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Sincy Alman
AdventureEsta historia trata sobre la patética vida de Sincy Alman, es decir, yo misma. No, no es una novela depresiva de esas, tampoco es sobre el sentido de la vida y rollos de esos que aburren hasta a los trozos de mármol. Esta novela es para aquellos que...