Carteles y patatas

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Después de equivocarme en cinco cruces entre avenidas y calles, llego al restaurante.
Abro la puerta y un intenso olor a fritos y hamburguesas me ataca a las fosas nasales. Aún con los nervios a flor de piel, me situo al final de la cola.

Me dedico unos momentos a contemplar la decoración del sitio y me doy cuenta de que se trata de un restaurante bastante pequeño, con mesas altas y taburetes de madera.
La cocina ocupa la mayor parte del establecimiento, con cristales para que puedas ver como preparan tu grasienta hamburguesa y tu enorme vaso de patatas. Aquí al parecer las patatas fritas te las ponen en un vaso extragrande y las que sobran en una bolsa de papel marrón. Es curioso, las hamburguesas que se sirven no parecen especialmente distintas a las de otros restaurantes, pero hay carteles clavados en las paredes y colgando de los techos que dicen lo contrario. "Premio a la mejor hamburguesa del año: Five Guys" "Premio al mejor establecimiento de comida rápida de 2016: Five Guys" y así la lista de carteles seguía infinitamente. Doy por hecho que en el baño incluso habría alguno, del estilo "Donald Trump recomienda el aseo de Five Guys!" o alguna chorrada así.
Después de inspeccionar la calidad sanitaria del lugar y demás, me centré en el menú, porque aún no tenía ni idea de que iba a pedir.
Me sorprendió lo fácil que era, tan solo dices si quieres una hamburguesa pequeña o grande, con o sin queso y si le quieres añadir algún ingrediente adiccional. Ya está. No es tan difícil, no hay de que preocuparse, me dije, cuando apenas quedaban dos personas delante de mí.

Una capa de sudor (ligera al principio, densa al final) se forma en las palmas de mis manos, el ligero temblor en mi meñique derecho, el hormigueo que siento en mis pies y el sentir el bombardeo de mi corazón son signos que ya conozco muy bien. Demasiado bien.

Cuando llegó mi esperado y aterrado (sobretodo lo segundo) turno me pasó la misma mierda de siempre, mi timidez no me dejará de atormentar nunca...
"Wha?" preguntó una vez más la dependienta, con cara de odiar los turistas.
"I wa-wa-want a s-small ch-cheese hambu-burger with l-le-lettucce, please." Le contesto mientras me seco con rapidez las manos en mis pantalones e intento ignorar el constante tic en el meñique.

La chica me miró una vez más con esa mueca de asco que tenía desde de que abrí la boca, mientras que yo apenas podía respirar entre palabra y palabra.
Malditos xenofobos. No se porqué nos tienen tanto asco, somos los turistas los que les damos esa fama al Five Guys.

Murmuró algo que no pude entender y me dijo q me apartara con su mano de uñas rojas.
Yo, aún muerta de miedo, me eché a un lado, esperando mi pedido.
Esto ha sido tal y como lo esperaba: un total y absoluto desastre.

Cuando por fin llegó mi hamburguesa, me dijeron el precio (algo que si pude entender, gracias a Dios) y me fui a mi mesa, aún con el estómago revuelto.

Cuando vi mi comida, se me quitaron aún más las ganas de comer.
En lugar de mi pequeño hamburguesa me habían dado una tamaño júpiter con queso y pepinillos. Bueno, al menos en la parte del queso habían acertado y el pepinillos tampoco estan taaan malos como dice la gente, pensé para mí, intentando animarme mentalmente, mientras le daba un primer bocado (algo entusiasmada si he de reconocer) a esa exitosa hamburguesa.

Decir que estaba mala sería pegarle una patada a la realidad. Estaba deliciosa, sobretodo la carne.
Pero me han puesto también patatas. Un enooorme y gigantesco bote de patatas, que lo más probable es que me guarde para luego.

Después de saciar mi voraz apetito que nunca pensé que tendría (tomé todo a excepción de la bolsa de patatas, que guardé en mi super bolso), decidí que era hora de dar un paseo y bajar las calorías. (Jaja, yo haciendo deporte, quien lo diría).

Y que mejor paseo se puede dar, que en la enorme obra de arte natural, el Central Park.

Sincy AlmanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora