2 - "No enloquezcas"

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Trabajar en una biblioteca tiene sus ventajas. O al menos eso le parecía a Tamara, quien, por primera vez, encontraba un buen uso en la sección de parapsicología y ocultismo. Sin embargo, su búsqueda no obtuvo los resultados esperados; se negaba a admitir que algo sobrenatural le sucedió aquella madrugada.

A pesar de que los rasguños seguían vigentes en su piel, como si cada vez que los mirara, se burlaran de ella de una manera cruel. Incluso tuvo que recurrir a las mangas largas... en pleno verano.

Un ruido a su espalda la sobresalto. Mirando de reojo, descubrió que un libro de pasta dura había caído de su lugar. Rodó los ojos, por eso nadie va a las bibliotecas, algunas parecen el escenario de una película de terror. Sacudió la cabeza un par de veces, como si con esa simple acción sacara esas alocadas ideas.

Se levantó sin muchas ganas del suelo, donde antes hojeaba otra publicación sobre el mas allá, sin obtener absolutamente nada.

Agachándose para recoger el libro y colocarlo en su lugar, enarcó una ceja cuando vio su nombre escrito en la tapa frontal, esto estaba lejos de la realidad. Buscó rápidamente el hueco libre en la estantería, soltó una gran exhalación cuando lo hubo encontrado, eso quería decir que su mente no se lo inventó.

Abrió el reducido espacio entre un par de libros en la estantería, solo para encontrar la misma silueta de su pesadilla. Esta vez unos dientes afilados sobresalían en la oscura criatura. Un grito atronador escapó desde el fondo de su estómago al mismo tiempo que se echaba a correr, los pasillos de la biblioteca nunca le parecieron tan largos.

Tropezó con sus propios pies y deseo no haberse dado la vuelta. La misma criatura se arrastraba hacia ella. De pronto, ya no se encontraba en la biblioteca, sino en un lúgubre lugar donde el sol pareciera no existir. Aquella silueta se había ido, al menos una cosa buena. 

Un montón de lápidas se alzaban ante ella, ¿Cómo era eso posible? Quizá si estaba enloqueciendo después de todo.

—Esto no puede estar pasándome. — murmuraba para si misma, caminando en el desolado lugar sin saber exactamente a donde se dirigía.

Volvió a tropezar, esta vez con la raíz de un árbol. O eso creyó, pues poco a poco esa raíz fue tomando su verdadera forma hasta transformarse en una garra...

Impulsándose con sus manos se puso de pie a trompicones, a sabiendas que su pesadilla venía por ella. Aunque eso no sucedió. Todo cambio en un parpadeo. Un segundo corría por su vida y al siguiente, yacía en su cama, totalmente sobresaltada y bañada en sudor. Su reloj marcando las 03:22 a.m., de nuevo.

Se dejó caer de espaldas en su cama, tallándose los ojos para terminar de espabilarse. Por lo menos todo había sido un sueño. Aunque pudiera estar equivocada, pues entre un montón de arenilla regada en su cama, reposaba un libro de pasta dura con su nombre escrito en este.  

03:22 - Hora de DormirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora