3 - "No respires"

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Tres días. Esa fue la cantidad de tiempo que le tomó a Tamara abrir aquel libro. Solo para encontrar páginas en blanco, ni un mensaje cifrado o un conjuro de invocación. Absolutamente nada. Solo un montón de hojas amarillentas. Era extraño pensar cómo estuvo en un sueño, dentro de otro. La lógica inexistente de ese hecho no la dejaba dormir.

De tanto caminar en círculos en su sala de estar, crearía un surco en el piso. Un escalofrió atravesó su columna vertebral, los vellos del cuerpo se le erizaron. El descenso en la temperatura fue notable, se abrazó a sí misma en busca de calor. Sonidos de pasos comenzaron a oírse, voces susurrantes y una sacudida que la envió al otro lado de la habitación.

Se levantó tambaleante, sintiendo como el líquido caliente escurría de su frente. Su mano, tintada de rojo, temblaba. Aun así, pudo percibir el olor a quemado que impregnaba el lugar. El humo se filtraba por todos lados, debajo de la ranura de la puerta, por sus ventanas cerradas, los propios muebles exudaban el gas, entonces... su vista se dirigió al libro, que descansaba sobre la mesa en total reposo. No le importó que sus piernas temblaran, ni la constante tos a causa del aire contaminado, su único propósito era un solo objeto en la habitación.

— ¡Déjame en paz! — gritó desesperada al insulso artículo.

Apoyando ambas manos encima del libro, con la vista borrosa, deseo que todo terminara. Pero sus súplicas no fueron suficientes.

—Falta poco. — susurró una estridente voz en su oído, antes de que todo se volviera oscuro.

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— ¡Está despertando! — reconocería esa voz donde fuera. Su buena amiga, Irina, chillaba haciendo que su cabeza palpitara.

— ¿Pueden callarse? — exigió Tamara con voz rasposa. — ¿Qué sucedió? — cuestionó mientras abría los ojos, solo para reconocer el hospital local. — Creo que...

—Te golpeaste la cabeza intentado huir de tu departamento, hubo un pequeño incendio. Pudieron controlarlo, por suerte. — informó su amiga, a sabiendas que Tamara exigiría respuestas. — Tienes buenos vecinos.

— ¿Y el libro? — preguntó Tamara, recordando lo que ocurrido hace ¿horas? o tal vez más tiempo.

— ¿De cuál libro hablas? — el bonito rostro de Irina se frunció cuando arrugo la frente confundida por las palabras de su amiga. — El golpe fue duro. — se burló ligeramente.

—Rojo, con mi nombre en la tapa. — describió el simple objeto.

Puedo captar el momento exacto de Irina, cuando decidió que no le creía nada.

—Hum... Tamara, creo que trabajar en la biblioteca comienza a afectarte...

—Olvídalo, solo estoy confundida. — mintió en un susurro. Nadie le creería, eso le quedó más que claro.

Ninguna dijo nada por un largo minuto, hasta que Tamara miró sus brazos... totalmente limpios de rasguños.

— ¿Puedes ir por el doctor, por favor? — pidió a su amiga, quien asintió de inmediato y fue en busca del médico.

Respiró profundamente, quizás imagino todo. Pero recordó el golpe, la arenilla en su cama, aquella criatura oscura que aparecía en sus pesadillas... quizá no está demente después de todo.   

03:22 - Hora de DormirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora