Fugitivos

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Croquecroque llevó a Ibai al centro de la ciudad. La mano de Croquecroque todavía apretaba la de Ibai con fuerza a pesar de que hacía rato que ya no corrían. Ibai volvió a sentir un ligero cosquilleo como cuando casi se besan en el cobertizo.

Pero no podía parar a pensar en que le estaba pasando, necesitaban encontrar un sitio donde esconderse. Acababa de ser testigo de un posible croqueasesinato y de solo pensarlo se le ponía la piel de gallina.

Croquecroque le dirigió hacia un callejón y allí se sentó. Ibai se sentó a su lado y empezó a contarle su vida.

-Yo vine aquí a hacerme famosete. Se me da muy bien bailar los bailes folclóricos checos. Creo que podría ser un gran bailarín ¿Tú qué opinas? Mi abuela se llama Ibaia De Saúco. Por eso mi nombre. Mi abuela es una perra, en realidad. No quería hacer mis sueños realidad y no quería que viniese a la siuda.

Ibai siguió hablando y Croquecroque le miraba atento, hasta que algo calló a Ibai por fin... Croquecroque le había besado. ¿Qué era esto que sentía Ibai en el pecho? El corazón de Ibai iba muy rápido y solo podía pensar en aquel hombrecillo redondo.
Nada más existía para él, ni siquiera los diez niños prepubers que les miraban curiosos. Ibai abrió un ojo al oír un ruido de risas y descubrió al grupo de canis mirándolos y riéndose de ellos. Se levantó enfadado y comenzó a gritarles palabras aleatorias. El grupo de niños empezó a rodearle con sus bicis y a escupirle.

Ibai comenzó a llorar desconsoladamente. No sabía qué hacer, solo quería salir de ahí y no sabía cómo. Se tiró al suelo, se tapó los oídos y siguió llorando. Pero uno a uno los niños fueron callendo al suelo al ruido de disparos. Croquecroque se había cargado a esos niños con un arma que Ibai desconocía que él tenía.

"¿Qué cojones había pasado?" se preguntaba constantemente mientras volvían a correr huyendo de aquella siuda. Se dirigieron al bosque, e Ibai solo se dejaba llevar. No sabía porque lo hacía, no sabía porque simplemente no salía corriendo a la policia. Pero no podía, era más fuerte que el mismo. No podía dejar a Croquecroque, no ahora.

Mientras seguía corriendo Ibai no paraba de pensar en ese beso, en que podía significar, en que sentía exactamente hacia Croquecroque.

Pararon en una pradera a descansar e Ibai se quedó dormido en las empanadas piernas de Croquecroque, había sido un día largo, estaba cansado de tanta mierda.

Ibai y el monstruo CroquecroqueDonde viven las historias. Descúbrelo ahora