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No esperes de mí un hogar, no hagas de mi corazón tu carga; no enciendas mis entrañas, no busques mis luces si tengo los ojos cerrados; no cierres tus ventanas confiando en mi puerta; no riegues las plantas, porque las raíces sobrepasarán mis pies, y ya no podrás cortarlas. No escuezas mi pena esperando una explicación, no me arrastres el deseo esperando por mis manos en tus curvas, por mis nervios en tus ganas; no guardes el viento que, tan frío, exhalo; no inhales mi aliento, no olvides mis intentos por matar la primavera, no cosas tus lágrimas a mis mangas largas. No escuches mi silencio cuando hay mil y un palabras desgarrando tu garganta. Te estoy obligando a irte, porque soy más feliz cuando eres feliz que cuando necesitas arreglarme. Quiero comprender de qué estoy hecha, y eres justo ese pegamento que no me pega. Verte de lejos no es una forma de alejarme, sino una forma de acercarme y acercarte a la libertad; la distancia más larga no es este final, y tampoco lo es el que tengas un pie en las estrellas y otro hundido en mis grietas; la distancia más grande son tus dedos buscando mis labios en donde sólo quedan otros besos. No renuncies a tus alas sólo porque aún le tengo miedo a las alturas. Caminaré sabiendo que puedo ver el cielo; que llevamos demasiado tiempo corriendo, y que mientras tú debes saltar, yo puedo tomarme ésta pausa antes de volar.

CORAZÓN QUE SIENTEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora