Asentí, soltó mi mano y me agradeció.
—Niña, ven —me llamo la doctora —Necesito que mojes este algodoncito en alcohol, ya sabes después lo que tienes que hacer.
"¿No es su deber atender a Alex?" pensé.
—...Tengo que atender a una chica que se acaba de caer en el asfalto.
— ¡Con razón!—exclame, algo tediosa.
— ¿Perdón?
Alex rió. Yo bufé.
—No, nada. Haga lo que tenga que hacer, yo me encargo de Alexander.
—Perfecto. En un rato vuelvo. Espero y te sientas mejor, Alex, recuerda que tienes que hablar con el director, o con tus profesores.
—Gracias, y claro que lo haré — Contestó con candidez y la doctora se retiró.
Enseguida, Alex manifestó:
—Siento que tengas que hacer esto, Hope. Pero no podía dejarte ir, realmente, odio estar solo.
"Me pasa lo mismo. " pensé
—No te preocupes—aseguré, y fui por los algodoncitos y el alcohol.
Alex se apretaba la nariz para que no saliera más sangre.
—¿Quieres que traiga más cosas? — le pregunté, mientras sumergía los algodones en el alcohol, que estaba vaciado en un tazón de acero.
—No, solo árnica, por favor.
Obedecí, y saqué de un almacén el bote de "asteráceas".
Lo sobe, sin más. Y pase el algodón por sus heridas que brotaban en sus finos brazos.
No sé por qué , pero sus brazos me recordaban a los de Robert. Sentí íntimamente sus brazos hace dos años, cuando fuimos a una playa en Santa Mónica, California.
Me la había pasado muy bien con él y con Anne. Me abrazaba mucho. Teníamos catorce años. Y por un instante, me sentí enamorada de Robert. Él posaba su mano en mi cintura. Y reía. Y se lo permitía. Lo consideraba lindo.
Los brazos de Alex resultaban mas largos y firmes.
— ¿Duele mucho?
—No tanto—me responde.
Inmediatamente, se vuelve a mí.
—...Gracias por haberme salvado de esos tipos. Sé quiénes son, pero prefiero no avisarle a alguien. No por miedo, sino porque no tiene caso...
—Está bien, Alex.
—... Creo que te debo una.
Nuestras miradas se cruzaron. Sin pestañear, le contesté:
—Nosotros no nos debemos nada.
Él sonrió.
—Bueno, déjame decirte algo... —Mi corazón se volvió a acelerar. Él también era muy tímido. Cuando hablaba parecía como si nos estuvieran grabando para una película— Quería invitarte a la gran apertura de la tienda de malteadas de mis tíos, mañana...Ellos me dijeron que invitara a mis amigos, pero siéndote sincero, no tengo a nadie. Bueno, si tengo, pero les parecerá muy ridículo. Mis amigas del otro vecindario no se prestan para eso. Y solo pude pensar en ti.
Me sonrojé.
—¿Enserio?—estaba fria y paralizada. —No, ay, no. ¡Me ha invitado, por Dios!
Pero Alex no me escucho.
—¿Perdón?
—...Oh, Alex. ¡Suena genial, gracias!
ESTÁS LEYENDO
Mr. Alex Turner. La Peor Pesadilla Favorita. (EN EDICIÓN)
Fanfiction"La peor pesadilla favorita... Así es como le llamamos los dos. ¿Quieres saber por qué? Porque, finalmente, me di cuenta de la capacidad con la que cuenta el ser humano para amar. Una necesidad. Y, todos esos vorágines de sentimientos. Todos los...