*Narrador omnisciente*
Jimin abrió la puerta de la cabaña, notando que DoYeon seguía exactamente en el mismo lugar desde que se había ido, frente al televisor, en el mismo canal de chismes. Justamente en esos momentos se encontraba ese programa en el cual criticaban la vestimenta de las alfombras rojas americanas.
A él le parecía una estupidez, no le veía lo divertido, sin embargo no se atrevía a dar su opinión en frente de su novia. Probablemente ella explotaría y lo ofendería por ser un "inculto" de la moda.
— Llegué, princesa— le dijo de la manera más amable posible.
— ¿Te aplaudo?
Subió las escaleras que conducían a su habitación, ignorando la pregunta ofensiva de la chica.
No tenía nada por hacer, con sinceridad. Había dejado a cargo de sus negocios a su amigo NamJoon, ya que sabía que él era lo suficientemente listo como para poder con la empresa por al menos unos días.
NamJoon siempre había estado a su lado, su familia era muy apegada a la de él debido a ciertos negocios entre sus padres, así que "disfrutó" un poco de su infancia al lado de él. Justamente se hicieron socios hace unos años, pero esta vez sin sus padres de por medio.
— Debería dormir— susurró sin vergüenza, pues ya era bien conocido que Park Jimin tenía la costumbre de hablar solo.
Se tiró encima de la enorme cama, la cual parecía estar llena de algodones de azúcar, o al menos así lo pensó Jimin en cuanto su piel chocó contra la tela del colchón. No pasó mucho tiempo hasta que al final, cerrando los ojos, cayó en un profundo sueño.
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— ¿Les hizo daño, niñas?— preguntaba YoonGi a las pequeñas flores aganisias en el piso, las cuales se veían débiles y unas cuantas rotas, debido al impacto de los zapatos de Jimin sobre ellas (flores en multimedia).
Notó como las huellas que habían formado los "pies" del humano estaban sobre los delgados pétalos de las flores, daños que probablemente no se quitarían tan solo con agua.
— No se preocupen, estarán bien— aseguró mientras se levantaba con prisa hasta estar nuevamente frente al río, tomando entre sus manos un poco de agua.
Regresó al lado de las pequeñas aganisias, dejando caer el líquido sobre ellas, esperando ver alguna reacción.
— ¿No basta?...— pensó un momento hasta que vino a su mente que a las flores normalmente les gustaba ser acariciadas por YoonGi. No sólo ellas, en realidad era la naturaleza en general, sin embargo, él notaba que ellas agradecían sus curaciones. Ellas le daban el lujo de poder verlas brillar nuevamente, regalándole una hermosa vita.
YoonGi se podía perder horas mirando la belleza de ellas, las amaba, y eran sus favoritas, aunque jamás lo revelaría en frente de sus otros amigos.
— Les gusta más esto, ¿cierto? — rozaba sus dedos con delicadeza sobre los tallos que sostenían tantos pétalos, mientras notaba como volvían a tomar un verde aún más vivo, regresando la estructura a donde debía estar.
Conforme sus dedos pasaban sobre la pequeña flor, se eliminaban los daños que el enemigo había formado, por lo que la pequeña criatura se alegró, sonriendo y dejando sus rosadas encías a la vista.
— Listo, no ha pasado nada, ya estamos todos bien— les susurró para que no se preocuparan.
Él sabía que ellas se habían asustado, al igual que él y el resto de plantas y animales que estuvieron en la escena. Sin embargo, no quería que nadie se preocupara, él se haría cargo.
YoonGi jamás había dañado ni dañaría a alguien en su vida, no era parte de él, mas no dejaría que alguien invadiera su hogar de nuevo para matar a más de su familia. Por que sí, para él todos eran amigos y familia, un grupo irrompible.
Ya había pasado una vez y no dejaría que sucediera de nuevo. Ya había perdido bastante, lloró a mares.
— No, no de nuevo— dijo mientras los recuerdos lo invadían y él se ponía de pie — estaremos bien, lo prometo — esta vez habló fuerte para que todos lo escucharan.
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— Le estoy diciendo que vi a alguien, señora Reyes, probablemente eran los pies de un niño, lucían súper pequeños y delgados— le narraba por teléfono a la dueña del lugar.
Ella no había cumplido con lo prometido, él está seguro de lo que vio.
— Joven Jimin, ¿está seguro de lo que vio? ¿podría decirme con más exactitud en qué lugar sucedió tal acontecimiento?— contestó la mujer, quien ya se hacía una idea de quien se trataba.
— Realmente no estoy seguro, fue a la orilla del río.
— ¿Pies pequeños?
— Así es, señora Reyes, ¿está rentando alguna cabaña más? Puede decírmelo, no me enojaré ni haré algún reclamo, sólo quiero estar seguro para no invadir la privacidad de alguna otra familia.
— Escuche, joven Park, no he rentado ni una sola de mis cabañas mas que la que en la que usted se acaba de alojar. No le estoy diciendo mentiroso ni nada por el estilo, pero ¿recuerda que le advertí acerca de ciertas leyendas?
— Lo recuerdo vagamente— contestó sincero, realmente no le había prestado mucha atención.
— Le repito, se rumorea que cerca del río vive una criatura, algo fuera de lo natural. Señor Park, no me tome como loca y escúcheme, es un tanto peligroso según me cuentan mis anteriores inquilinos y uno que otro trabajador mío —su voz sonaba un tanto preocupada. La señora Reyes no quería que él saliera herido pero tampoco que cancelara su estancia — Pueden disfrutar sus vacaciones más cómodamente si evitan la zona del río, por su seguridad más que nada.
Jimin no supo más que hacer, se quedó sin palabras. ¿En serio ella pensaba que se iba a tragar esos cuentos? ¿tenía cara de estúpido?
— Muy bien señora Reyes, mejor terminemos esta conversación aquí, no se preocupe, todo estará bien por acá— ni siquiera la dejó hablar, colgó inmediatamente.
Nadie se burlaría de él, no era tan difícil decir que habían rentado otra cabaña, realmente no le molestaba mucho. Sí, quería privacidad, pero no era un problema que destruyera su mundo.
La ignoraría.
— DoYeon, quiero mostrarle el río, es realmente lindo— le dijo una vez que bajó las escaleras y se sentó a su lado en el gran sofá.