Ardientes recuerdos.

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En el gran castillo de Satanás se encontraba el vacío más absoluto. Un castillo tan grande como la gran avaricia del dueño. Esa tarde sin más, satanás sólo retozaba en agonía, pensando en su rubia compañera y ex enemiga. Sus grandes curvas y su rubio cabello. Grandes y azules ojos que hacían perderse.

Su gran amor a ella fue una de las principales razones de la guerra de milenios. Se puso a recordar en aquellos tiempos y en su mente como una película vieja pasaban aquellos miles de recuerdos.

El gran señor, creador de cada cosa en el universo. Creador de satanás y dios, quien a su vez crearon criaturas a su semejanza.

Olvidando siempre a su tercera creación, el olvido. Ser que jamás se ha visto, quien roba seres de todo lugar. Creador de los seres errantes quienes no son ni demonios, ni ángeles. Seres que pasan desapercibidos e ignorados muchas veces.

Pero en los recuerdos de Satanás sólo estaba Dios, recordaba el primer día que existieron, estaban los dos solos.

- ¿Quién eres? - pregunto la joven Dios desconcertada por su creación de prácticamente la nada.

- Creo soy Satanás - él no sabía cómo era que tenía conocimiento de ello, solo vino a su mente como parte de él.

- Mucho gusto Satanás - los ojos de Dios brillaban y se movían, como se movía el mar, pensaba Satanás, ¿El mar?

- ¿Sabes lo que es el mar? - satanás creía saberlo, pero no estaba del todo seguro.

- Creo es un cuerpo de agua tan inmenso y azul, que en su interior miles de criaturas desconocidas al ojo del hombre descansan y viven - la voz de dios era dulce y pacífica.

- ¿Te gustaría ir a verlo? - Satanás estaba actuando con instinto. Y con su pie hizo un círculo con un aura roja como el fuego. Ambos entraron en un salto y terminaron cayendo al mar atlántico de la tierra humana.

- Es frío - Dios parecía abrumada de tanta belleza y conexión que sentía en aquel lugar - es poderoso.

- Hermoso, como tus ojos.

Una fuerza jalo de sus piernas llevándolos al fondo más infernal del mar. Un punto muerto, donde parecía que solo existía agua salada y un negro profundo a su alrededor.

Sus cuerpos al ser de una deidad parecían no necesitar oxígeno y respiraban sin dificultad.

La tierra retumbó.

Y una luz débil parpadeo.

- Hijos míos - era un voz grave y profunda - los he creado con el propósito de gestionar a mi creación, el bien y el mal. La dualidad que siempre debe de existir para que mi creación viva en equilibrio.

A partir de ese día se creó el cielo y el infierno. Dos lugares completamente opuestos, y en medio el limbo al que nadie puede entrar.

Satanás y Dios vivieron apartados por al menos dos milenios, al ser sus trabajos y propósitos tan distintos las riñas eran bastante intensas. Pero a su vez ambos se extrañaban.

Una tarde Satanás fue a visitar a Dios, con un ramo de rosas traídas de la tierra. Una docena de rojas rosas.

- ¿Qué haces aquí? - la pregunta tenía intenciones de ser mezquina, pero Dios estaba feliz de verlo. Tomó las rosas con ilusión y lo invitó a pasar a su humilde hogar. A comparación de Satanás a ella no le gustaban los excesos ni vanidades.

Satanás suspiro ante ese recuerdo, ese día que comenzó todo.

- Dios mío, porque tienes que ser tan... perfecta.

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⏰ Última actualización: Jan 28, 2019 ⏰

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