Japón, aeropuerto Internacional de Narita, 10 meses después.
Del dolor de aquella traición ya casi no hay vestigios, no obstante, cuando cierro los ojos puedo verme perfectamente y rememorar el estado en el que me encontraba en los momentos más difíciles que pude pasar...
Flashback
Ino me llevo a la casa de campo de su familia, ubicada a las afueras de Tokio, aislada del ruido de la ciudad, del ajetreo, los autos y el estrés de la población. La vista era preciosa, árboles frutales, flores y el aire puro del campo deberían haberme hecho sentir mejor o más relajada, sin embargo, en aquel momento, yo era incapaz de ver la belleza de ese lugar, pues todo mi mundo se cubría de la más profunda oscuridad.
El primer día fue casi insoportable, el dolor, el llanto y la debilidad me tenían sumida en la cama a la cual Ino tuvo que cargarme, fui una carga terrible para ella, pero no pude evitarlo. Todo se vino abajo en sólo segundos. Ese día no probé alimentos, sólo bebí un poco de agua y sólo por la insistencia de Ino. De Sasuke no hubo noticias. Aunque muy en el fondo de mi corazón quería que él llegara y me dijera que todo esto era una broma de mal gusto.
Al día siguiente, mi situación no mejoraba, es más a ratos empeoraba. Sufría de crisis en las cuales gritaba durante varios minutos, gritaba hasta quedar casi sin voz, gritaba hasta sentir que me quedaba vacía. Ino hacía lo que podía, sosteniéndome y susurrando palabras calmantes, cuando caía rendida en la cama; ese mismo día Ino recibió una llamada y me dijo que regresaría a la ciudad por ropa y provisiones para nuestra estadía. La vi marchar a través de la ventana del dormitorio en el cual estaba, era de tarde y me dijo que estaría de vuelta en la noche.
Esa noche no volvió, ni tampoco lo hizo al día siguiente, ni al siguiente. Así paso una semana y de Ino no volví a escuchar ni siquiera a las aves susurrar su nombre. Durante esa semana no consumí alimentos, sólo agua y muy poca, ya que tomaba pequeños sorbos cuando iba al baño, que era el único momento en el cual dejaba la cama.
La inmensidad de mi tristeza sólo era comparable con la inmensidad del océano. A veces era tan honda, como las profundidades del mar, otras era palpable, porque sentía la necesidad de romper, tirar y azotar todo lo que estuviera a mi mano, como la furia de la tormenta cuando golpea al mar y este se vuelve incontrolable.
Al día siguiente de esa caótica semana, aún estaba viva, sin embargo, el reflejo que me daba el espejo era uno que distaba totalmente con la vida. Estaba ojerosa, pálida, los labios resecos, el cabello grasoso, a causa de que no me había duchado desde que había llegado, sin duda mi estado era deplorable. Me palpé el abdomen, y las mejillas, había perdido peso, era muy notoria la baja. Mire a un costado y vi una báscula, me subí y espere, efectivamente, cinco kilos menos. Volví frente al espejo y me afirmé del lavamanos cuando un mareo me nubló la visión y me hizo temblar las piernas.
Recuerdo perfectamente lo que pensé en ese instante: Esto no está bien, no puedo dejar que esto continué. Debo alimentarme y comenzar a trabajar en mi recuperación. Lo más seguro es que Sasuke esté de lo más bien, en perfecto estado, mientras yo me estoy matando de hambre, dejando de vivir por un hombre que seguramente ya ha continuado con su vida. Esto simplemente no es correcto, no dejare que un hombre me arrebate la vida.
Ese día busqué en los estantes de la cocina, para mi desgracia no había alimentos, no obstante, recordé que al llegar había visto árboles frutales. Sali por la puerta trasera y me lleve una grata sorpresa al encontrar un huerto, no lo había visto puesto que había pasado la mayor parte del tiempo encerrada en la habitación. Con pasos lentos, ya que apenas tenía energías, me dirigí a ver que vegetales poseía la huerta.