ACTO 1: Mazmorras.

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Harry y Theodore llevaban cinco años de novios, y hacía más de un año que se habían comprometido. Tal cual historia de amor, Harry había aceptado vivir juntos, porque ya era hora de dar el siguiente paso.

Pobre Harry, que pensó que vivir juntos sería como un sueño de hadas. 

Potter se imaginó vivir entre abrazos en las noches frías, besos cariñosos cuando se despertara, duchas rápidas en la mañana porque se había hecho tarde por mimarse el uno al otro, hacer panqueques entre risas tímidas, y más actividades cursis típicas de una pareja enamorada. Eso le habían prometido.

En cambio, recibió un listado largo e infinito de reglas;
1. Si sales no hablas con nadie.
2. Te levantas temprano para hacer el desayuno.
3. Limpias la casa y la mantienes ordenada.
4. Solo sales para hacer la compra.
5. El almuerzo es a las doce en punto.
6. Cuando llego me recibes y me sacas el saco.
7. Si hablas por celular pones el altavoz.
8. Si quieres salir me pides permiso.

y más, y más y más reglas...

Harry no se había quejado, porque alguien tenía que tomar el papel de dominante, y Theodore traía el dinero y el sustento.

Y Harry Potter amaba a Theodore Nott, y lo más que podía hacer era darlo todo de sí mismo para cuidarlo.

Pero...

Entonces, las cosas se volvieron un infierno, el cual Harry disfrazaba en paraíso.


La primera vez, en una noche calma cuando Theodore llegó y la cena aún no estaba lista, Nott le proporcionó a Harry su primer golpe.

Una bofetada que partió su labio, y se pintó como acuarela en la cara del pelinegro.

Esa noche calma, Harry lloró en silencio, mientras terminaba la comida para el castaño.

Y los golpes se volvieron el pan de cada día.

Pero, Harry Potter aún amaba a Theodore Nott.

Con el tiempo los te amo se dijeron en medio de golpes, los besos se volvieron escasos, los abrazos solo fueron en público, las palabras lindas más nunca se oyeron, el sexo se volvió el disfrute de uno solo, y la piel de Harry se convirtió en un lienzo pintado con cientos de cardenales.

Y Harry se encontró en medio de un inmenso desierto, siendo un náufrago que recibió con desesperación cada muestra de afecto como si fuera agua para su inmensa sed.

Porque siempre fue rechazado, echado a un lado. Harry no se amaba, pero amaba a Theodore, porque Theodore lo abrazó cuando lloró, y lo besó cuando le gritaron al pelinegro que era un asco, cuando ninguno de sus compañeros quería jugar con él. 

Porque Theodore fue el primero, además de sus padres, que le dijo a Harry que lo amaba.

Sin embargo, el amor es una llama que una vez se enciende, para mantenerlo se debe poner leña cada día.

Y Theodore no ha puesto una sola leña desde que se mudaron juntos.

Y el esfuerzo de Harry no es eterno. Todos los días se agota.

—Mamá, Papá, les he dicho que estoy bien. —Harry reprochó, mordiéndose el labio, y sobando suavemente el moretón en su brazo.

—Hijo, pero es que no has venido a la pastelería en un buen tiempo. Queremos verte. —Harry escuchó como su madre batía rápidamente unos huevos, y como su padre decía exactamente detrás mientras amasaba fondant.

Harry anhelaba estar allí con ellos, amaba hornear con ellos, y rodearse del amor que hace tiempo no probaba en dulces palabras y muestras de afecto tiernas. Pero no podía ir con un moretón horrible en su brazo.

—Está bien, espérenme la semana que viene.

Luego de unas cuántas palabras la llamada colgó, y Harry deseó que los moretones se fueran para la semana próxima y que Theodore no lo golpeara.

Tendría que tener cuidado de no cometer errores. 

En las frías mazmorras vivía el principito, encerrado y anhelante de libertad.

Y el impostor no sabía que el principito soñaba todas las noches con romper sus oxidadas cadenas.

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⏰ Última actualización: Oct 21 ⏰

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AMANTE [Tomarry]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora