Capítulo 1- La casa de Incheon

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Después de esperar durante veinte minutos a que me recojan del aeropuerto, sin que contesten mis llamadas, decido volver a entrar para buscar una máquina expendedora que me ayude a no morir de hambre. Saco unas cuantas monedas que tenía en el bolsillo de mis vaqueros por si se daba esta situación (algo tenía que hacer bien) y me dirijo a la máquina más cercana. Todo está en coreano, y me alegro entonces de haber accedido años atrás a que mi tío Jaesoo me enseñase para cuando fuese a visitarles. Compro una lata de refresco y unas bolsas de aperitivos y me siento en un banco a comérmelos a ver si se da el caso de que se acuerdan de mí y vienen a buscarme. Unos diez minutos más tarde se acerca a mi banco un chico muy alto con una mochila y se sienta en el extremo contrario al que estoy yo.
-Hola- me saluda cortésmente-¿Hablas coreano?
-Sí

Parece algo sorprendido, y le observo expectante, ya que ha sido él el que ha iniciado la conversación. Tiene un poco cara de tonto, aunque es bastante guapo. Va vestido con una camiseta blanca básica y una camisa de cuadros encima, unos pantalones negros y unas deportivas. Me encanta la moda coreana, es como si todo lo que se ponen les sentase bien aun sin esfuerzo.
-Ah, perdona, es que me ha sorprendido que dijeras que sí- sonríe, y me quedo un poco flipando (aunque no lo reconocería en voz alta) por que tiene una sonrisa preciosa e inocente. Definitivamente tiene cara de tonto, aunque más como un niño.
-¿Por qué? ¿Qué esperabas que contestase si me preguntas en coreano si hablo coreano?- sonrío ante la situación. Es verdad que hay coreanos que se sorprenden de que los extranjeros aprendamos su idioma y, en mi caso, lo domino bastante bien.
-Tienes razón.- suelta una pequeña risa. -Por cierto, soy Kwon Hyunbin.
-Alice -le suelto mientras abro la última bolsa que tengo. -Puedes llamarme Ally, ¿quieres?
-No, gracias, estoy a dieta.

Le echo una mirada irónica con las mejillas llenas, dejando de masticar momentáneamente. Está delgado y bien formado, no sé por qué debería hacer una dieta.
-¿Qué dices? Pero si pareces un modelo.
-De hecho... -sigue sonriendo, pensativo -en fin, ¿te has hecho daño cuando te has caído?

Casi me atraganto.
-¿Me has visto?- me pregunto cuánta gente ha presenciado este hecho más de mi cómica vida sin que yo me haya dado cuenta.
-Sí, pero no te preocupes, esas cosas pasan. -está conteniendo la risa, cómo no.
-Ya, claro... -justo al mirar hacia la carretera veo un coche rojo aparcar cerca del banco en el que me encuentro. Es el coche de mi tía Nora, y me está pitando para que vaya -En fin, Kwon Hyunbin, ha sido un placer pero debo irme, adiós.
Parece querer decir algo, pero recojo mis cosas y me alejo deseosa de llegar a casa de mis tíos para poder ponerme cómoda, así que solo se despide con la mano.
Espero volver a verle algún dia, me ha caído bastante bien el chico.

Meto mi equipaje en el maletero y me subo a la parte de atrás del coche. Mi tío Jaesoo me da la bienvenida, bastante contento de verme. Se disculpa por haber llegado tarde, pero le quito importancia con un gesto de la mano. Hablar con mi tío me pone de buen humor ya que nos llevamos muy bien; desde que se casó con mi tía cuando yo tenía cinco años me ha enseñado cosas de Corea, incluido el idioma. Ya he estado en casa de mis tíos, en Incheon, en dos ocasiones: cuando tenía ocho y once años. Ha pasado bastante tiempo desde el verano que pasé aquí, así que no sé que habrá sido de los amigos que hice, ni cuánto habrá crecido mi prima Yebin, que apenas tenía unos meses cuando vine por última vez. Todos estaban felices cuando les dijimos que iba a ir a vivir una temporada con ellos, y realmente tengo ganas de llegar a casa para verles.
El enfado y la frustración que había acumulado parecen disiparse durante el tiempo que dura el viaje, en el que Jaesoo y yo nos ponemos al día de lo que ha pasado recientemente. Le cuento que me he cruzado a EXO y que me he caído de boca prácticamente delante de ellos y, para variar, se ríe de lo torpe que soy a veces. También le cuento que he conocido a un chico muy majo llamado Hyunbin y me doy cuenta de que con las prisas ni si quiera le he preguntado por alguna red social para mantenernos en contacto. Pienso un rato en ello con cara de regreting life choices, hasta que mi tío me dice que él y Nora tienen algo importante que anunciarme cuando lleguemos a la casa. Parece muy emocionado con lo que sea eso que tienen que decirme, pero no consigo sacarle ni una sola palabra hasta que por fin, después de un viaje que se me hizo interminable, llegamos a la urbanización en la que se encuentra la preciosa casa de Incheon en la que viven mis tíos, no muy lejos del puerto. Echaba de menos este lugar más de lo que yo creía, y no puedo evitar suspirar al contemplar la fachada perfectamente blanca de la casa. Nada ha cambiado, ni si quiera el color de la verja de entrada, que parece ser repintada cada cierto tiempo del mismo tono oscuro que recuerdo de toda la vida.
Inconscientemente me vuelvo hacia una de las casas de enfrente, un poco más abajo. Allí vivía uno de los mejores amigos que tuve de niña, aunque mi tía me contó que se mudó hace tiempo. Ni si quiera recuerdo bien su nombre, por que al no saber mucho coreano por aquel entonces no sabía pronunciarlo y simplemente le llamaba Han-I, un apodo que se sacó de la manga mi yo de ocho años, y prefería llamarle así a destrozar por completo el nombre que le pusieron sus buenos padres. Así, dos niños de ocho años jugaban cada día del verano que pasó la niña en Incheon (o sea una servidora) comunicándose con las pocas cosas que sabía el uno del idioma del otro. ¡BAM! ¿Quien dijo que las barreras lingüísticas son un problema?
El caso es que le echaba de menos, por que cuando por fin logramos entendernos bien no nos separábamos y prácticamente lo hacíamos todo juntos. Se nos partía el corazon a ambos cuando teníamos que despedirnos, y nunca he llegado a superar que no tuviésemos una manera de mantener el contacto después de que se mudase.
Con semblante serio decido darme la vuelta y entrar en la casa, ya que pensar en mi amigo duele demasiado. Espero volver a verlo, lo deseo desde lo más profundo de mi corazón. Además, tengo el presentimiento de que nuestros caminos aún tienen que volver a cruzarse.

La Fiesta de las SirenasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora