Capítulo 9- El vestido

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Avanzo por la alfombra mirando al frente, sintiéndome un manojo de nervios al notar tantos ojos puestos en mí. La mayoría de la gente ya se ha ido, seguramente porque serían fans que, al subir sus ídolos al barco, no tenían nada más que ver. Aún así, las cámaras siguen ahí y no puedo evitar que se me revuelva el estómago ante la idea de estar saliendo por la tele. Las pintas que debo tener después del viaje en coche y el shock que me he llevado tienen que ser graciosas...

Llevo a Yebin, que no parece muy entusiasmada con tantas luces y ruido, de la mano pegada a mi derecha. Mis tíos van delante saludando a las cámaras naturalmente, como si llevasen toda su vida bajo los focos. Sonríen, relucientes, y me siento realmente orgullosa al pensar en la magnitud de su proyecto y todo el trabajo que han hecho. Aprieto el brazo de mi tía y le sonrío, en parte para hacerle llegar mi orgullo y también para tranquilizarla y que no se preocupe por mí en un momento tan importante de su vida.

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Observo el puerto desde la cubierta del barco, admirando con cierta nostalgia el paisaje nocturno. Todo lo que queda son equipos de televisión recogiendo su material, ahora que el barco ha zarpado y se aleja mar adentro. Me siento nerviosa, con un gran nudo en el estómago, al verme tan fuera de mi zona de comfort. No puedo dejar de darle vueltas al hecho de que estoy en un barco lleno de famosos, entre los cuales está mi mejor amigo. Aunque, de hecho... no sé si a estas alturas debería seguir llamándole mejor amigo. Me genera un profundo pesar pensar en él como en mi gran amigo de la infancia -el más cercano que he tenido nunca- y que ni si quiera me hiciera una señal de complicidad cuando nos vimos en la alfombra. No puedo evitar pensar que Han-I ya no es Han-I, y por mucho que me duela admitirlo, lo más probable es que sea verdad. 

Sigo perdida en mis pensamientos incluso cuando ya el puerto ha quedado reducido a luces en el horizonte, en el mismo lugar donde me dejaron mis tíos mientras iban a comprobar cosas en la sala de juntas del barco, cerca del cuarto de mandos. Por unos instantes me dejé llevar por el ambiente mientras la brisa marina hacía ondear ligeramente mi pelo, y cerré los ojos pensando que arriesgar un poco y conocer gente tampoco podía estar tan mal... pero, como cabía esperar, mi vida no es ni por asomo parecida a la de un personaje de Titanic y el momento cinematográfico no podía durar mucho. Una carcajada estridente rasga la brisa de la noche, sobresaltándome y haciendo que me lleve una mano al pecho para comprobar si se me ha salido el corazón. Todo en orden.

Aguzo el oído, y percibo a unos metros de mí lo que parece ser una mujer hablando con alguien. Estiro el cuello para ver mejor (como buena curiosa que soy) a la dueña de la voz, que se encuentra a unos metros de mí en el largo pasillo que recorre el borde de la cubierta. Está de espaldas, paseando vagamente mientras habla por teléfono. Me acerco un poco más, disimulando (porque cotilla se nace, por desgracia) y la observo con detenimiento. Es una chica joven y alta, con el pelo castaño largo y ondulado recogido en una coleta alta, cayéndole por los hombros a ambos lados de la cabeza. De espaldas podría haber pasado perfectamente por Ariana Grande si no me sacase una cabeza de altura. Sé que está muy mal escuchar conversaciones ajenas, pero me da curiosidad saber qué le ha hecho tanta gracia como para perturbar mi filosófico momento de nostalgia. Descubro, con sorpresa, que la chica habla mi idioma por lo que no me hace falta ningún esfuerzo para entender la conversación. 

-Que sí, este es el momento que llevaba esperando tanto tiempo... sí, es mi oportunidad... - otra carcajada- no digas eso, tía, sabes que no soy así... claro, cuando llegue el momento... lo sé, es muy complicado pero te digo yo que en unos días lo tengo a mis pies -otra carcajada más- ¡Empieza la operación conquistar a Minho! 

De repente, la chica se da la vuelta y me ve. Y yo, que me había girado a mirarla sin darme cuenta, me quedo totalmente pasmada procesando que me acaba de pillar escuchando su conversación sin ni si quiera conocernos de nada. Dice algo más en un tono más bajo y cuelga el teléfono, mientras se acerca a mí. Yo, que me había quedado clavada en el sitio en el momento, finalmente me doy cuenta del percal y, musitando una disculpa poco convincente hago lo que mejor se me da: huir del peligro. 

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⏰ Última actualización: Jun 30, 2020 ⏰

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