Capítulo 3.

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Líneas horizontales, otras verticales, cambios de tonalidades, sombras y resalte de luces.

El día era hermoso, un enorme astro golpeaba con pobreza, las nubes se asomaban por cielo; tornándolo grisáceo. El panorama se mostraba bien, en especial para el chico de cabecera roja fugaz.

Los días nublados sentaban perfecto con su ser, por completo consumido.

Miraba trivial el ambiente por la ventana recién abierta, y a la vez el sol brillaba en su rostro, provocando que su ceño se frunciera, melancólico pensando sin euforia alguna; pintaba su viñeta con dejación.

Se había vuelto un chico apasionado. No habían explicaciones para su enorme apreciación por el mundo artístico. Despejarse momentáneamente de sus angustiosos pensamientos. Salir de su mundo, recobrar inspiración y dejar volar imaginación.

Cada gota de pintura, era sudor, desempeño que le ayudó a pesar de sus penurias.

Se había esforzado exageradamente para dar tan solo un pequeño paso adelante. Lamentablemente, los problemas le habían afectado con demasía, sin dejarle ni un segundo. Todo le desamparó completamente perdido durante muchísimo tiempo. Tenía una enorme sed de sangre, que hasta la fecha actual no lograba sacar de su juicio. Todo aquello dejó de afectarle, dejó de sentir dolor, esas punzadas al corazón. Se había convertido en un pedazo de carne, sin más, una persona viviendo la muerte. ¿Qué más podía suceder que fuese peor que todo? Ya no tenía aquel sentimiento progresista, ¿En qué más podría tornar su existencia?

Habían transcurrido dos años desde la dolorosa partida de su madre... Aquel caso, aquel que le hizo perder todo sentido a su subsistencia. Si trabajabas en corromper a la justicia, dabas vuelta los papeles y ponías de tu parte a todo el mundo incondicionalmente ignorante.

Pero claro, todo había pasado, injustamente su madre no regresaría de la muerte.

Golpeó con suma impotencia el cuadro que yacía enfrente de él, atravesando bruscamente con sus nudillos el rostro en el que había trabajado durante días. Era una pintura de su novia, Marie; reconocida cantante y compositora de música moderna. Su belleza era perdidamente hermosa. Una mujer que todo hombre desearía, era irrefutable. Sin embargo, Chanyeol jamás logró ver aquello que todas las personas lograban ver. Sólo era Marie, ni más ni menos.

Intentó refugiarse en la persona que le salvó de la muerte, y la falta de amor de ningún modo se marchó.

La pareja decidió viajar lejos de aquel pequeño pueblo pintoresco en el que se habían criado toda su vida, mudándose a la gran capital del país, en busca de una vida nueva que de nueva no tenía esencia alguna. No importaba adónde aquel chico huyera, su infelicidad no se iba a ir con nada. Aquel infierno era dominante.

Chanyeol conocía perfectamente que con aquella chica no podía formar su vida, sabía que su gusto por las mujeres no era exacto. Entendía que su relación no iba a funcionar, sin embargo, la soledad le atormentaba más que nada.

Después de todo, la última persona que estaba con él era ella.

Sonó una campanilla, todo volvió a su cabeza, era Marie cruzando la puerta. La chica se pasmó al ver a su pareja llorar de impotencia. El brazo del muchacho aún cruzaba por el esbozo, aquello le provocó un nudo en la garganta. Retrocedió su caminar y cerró la puerta tras ella.

Era hora de cenar, Marie alertó a Chanyeol desde la cocina, el chico con lágrimas bajo sus luceros, obedeció. Bajó las escaleras viendo el mismo panorama monótono; la casa de la pareja era enorme, tenía enormes espacios sobrantes por cada lado que limitaras mirar. El comedor era moderno, tipo americano, enfrente estaba el salón principal; lucía lujoso, todo era distinto a como el se vio desde un principio.

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⏰ Última actualización: Sep 22, 2018 ⏰

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