Capítulo 2: Secreto.

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Fue entonces, después de años, cuando Tsuna al fin abrió el cofre, quitó el candado del cual sólo él tenía la llave y lentamente reveló el contenido. Fotografías, decenas de ellas, cuyo actor principal y único era una sola persona bien conocida por todos. La sonrisa prepotente en una curva sencilla, la mirada oculta por la fedora, el traje bien puesto, fotos contadas donde se apreciaban esos detalles ya que la persona aparecía en cuerpo completo. Pero la mayoría de fotografías enfocaban cierta parte especial del dueño. Tsuna tenía las mejillas rojas pues estaba consciente de lo raro que era tener aquello.

Pero era su tesoro.

Tsuna creía firmemente que las curvas de la retaguardia de su antiguo tutor deberían ser consideradas como tesoro nacional, mundial o universal. Los glúteos bien formados destacaban por el traje, destellaban en hermosura en cada imagen, se acentuaban en cada pose diferente. El trasero de Reborn seguro debía ser el sueño de toda chica, incluso había escuchado a muchachitas hablar de eso en susurros, pero para el castaño era algo más que eso. Era su obsesión insana e injustificada y para ello tenía esas decenas de fotografías donde enfocaba sólo a esa parte, a las que adoraba con locura.

—Se te va a caer la baba —Enma no juzgaba el hobby de su amigo, pero molestarlo era tradición.

—¡Enma!

Entonces Enma y Tsuna terminaban riendo tras volver a cerrar el cofre, jugándose bromas, empujándose al punto de rodar por la cama disponible, sin darse cuenta que la puerta había sido tocada por cinco ocasiones. En medio de su bullicio escucharon un ruido sordo y después de eso la puerta fue abierta con fuerza de tal forma que golpeó la pared y resonó en un crujido. Los dos jefes mafiosos entonces se quedaron paralizados pensando en una sola cosa en común.

«El cofre del tesoro»

La mirada negra que los tenía por objetivo les dio escalofrío y causó que sus cuerpos se movieran por inercia ya que querían evitar a esa persona como fuera. Tsuna elevó su voz de forma nerviosa saludando al recién llegado y sujetando a Enma para zarandearlo levemente. Enma por su parte trataba de ocultar el cofre en su espalda con sigilo, pero al ver que Reborn no se tragó la excusa de «planeábamos una reunión» y se acercaba a ellos, tuvo que hacer algo desesperado y estúpido.

Muy, muy, muy estúpido.

Enma sujetó el hombro de Tsuna para girarlo hacia él y acercarlo tanto como para que se giraran y dieran la espalda al azabache que los miraba con furia, no le importó siquiera el hecho de que casi chocara su frente con la del castaño, pero con eso logró colocar el cofre entre sus estómagos sin ser descubierto en el proceso. Aunque obviamente por la ansiedad, desesperación y miedo —porque estaba seguro de que explicar la existencia del cofre sería el infierno y mucho peor si se sabía el contenido—, se aferró a la cintura de Tsuna a la vez que se lanzaba hacia atrás para caer de la cama. Lo que no calculó fue el gran golpe que se llevaría, a más de eso, el cuerpo de Tsuna cayó encima del suyo y duplicó el dolor del cofre que se incrustó en sus estómagos hasta dejarlos sin aire y desparramados de una forma extraña en el suelo. Una pose que podría ser usada para interpretaciones erradas.

Pero salvaron su secreto.

Y hasta podían excusarse de esas torpezas momentáneas que ambos tenían.

Ellos creyeron salvarse. Cuán equivocados estaban.

—Par de dames —el tono de Reborn era más grave de lo normal, más autoritaria—, será mejor que dejen sus coqueteos —incluso hizo una pausa para acentuar la última palabra— y bajen porque no pueden perderse de la fiesta que fue planeada en su honor.

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