Capítulo 4: Delirio.

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«Cada curva se ve hermosa con el enfoque adecuado. La firmeza es visible, pero tocarlo sería el acto definitivo. Algo que nunca pasará». Tsuna había tenido eso en mente durante mucho tiempo, lo había meditado cada noche y día desde que tuvo viviendo consigo al adolescente que tomaba forma adulta con rapidez y al que no podía dejar de fotografiar. Siempre se sintió extraño al tener a Reborn cerca a sabiendas de que jamás podría tocarlo demasiado, guardaba cierta frustración por aquello.

Pero entonces todo eso cambió y ahora estaba ahí.

Sus dedos temblorosos repasaron la firmeza de la tela que ocultaba piel y músculos, tragó duro porque ni siquiera podía elevar su mirada o de seguro se congelaría, sentía la presión en sus muñecas que estaban siendo sujetas por Reborn y guiadas a aquella parte que siempre consideró como su prohibición y tabú. Escuchaba el latir acompasado del corazón ajeno, sus mejillas encendidas seguramente calentaban el pecho en donde se apoyaba, sus ojos cerrados debido a la vergüenza. Sus dedos eran los únicos con la dicha de explorar aquella zona que adoró por años.

Firme, pero suave ante las caricias.

Nunca se imaginó que en uno de eso días —tarde, casi noche para ser específicos—, en donde deseaba evitar a toda costa la cercanía de Reborn, las cosas cambiaran de esa forma. No se esperó ser acorralado y obligado a guiar sus manos hacia esa zona. Jamás creyó tener la dicha de estrujar entre sus dedos el perfecto trasero del tutor al que le tuvo miedo y respeto desde su juventud. Y lo único que quería hacer en ese momento era gozar porque no estaba muy seguro de lo que pasaría después.

—Si querías tocar mi trasero, lo hubieses pedido desde el inicio —su tono de voz mostraba burla entremezclada con satisfacción.

—Yo... —avergonzado, Tsuna sintió calor incluso en sus orejas.

—Sólo no dañes la mercancía —Reborn rió bajito porque sintió a su cielo tensarse de inmediato a la vez que lo soltaba—. Tranquilo, puedes tocarme más si lo deseas.

—No, no —alejó sus manos del cuerpo ajeno, separó su mejilla de ese amplio pecho..., firme y cálido pecho cabe decir—. Yo no... —al fin lo miró a los ojos y se avergonzó mucho más de lo que ya estaba.

—¿Qué sucede? —sonriendo se acercó al rostro rojizo del castaño, entonando el tono más seductor en su repertorio— ¿Por qué dejas de tocarme? —usando su voz ronca y susurrante empezó con el plan del día.

—Debo... irme —el corazón del décimo Vongola palpitaba tan fuerte que seguramente Reborn lo escuchaba, por eso quería irse de ahí y jamás volver.

—No lo harás —al fin su "acoso" rendía frutos, el temblor en el cuerpo de Tsuna lo evidenció.

—Reborn... —su aire desapareció cuando los labios ajenos se posaron sobre los suyos en un beso dulce y rápido—. E-espera.

—Acepta que te gusto —atrapó el labio inferior de su cielo entre sus dientes.

—Ah —se le escapó un suspiro antes de que sus extremidades reaccionaran—. ¡Debo irme! ¡En serio! —Tsuna maniobró rápidamente para escapar del agarre de su antiguo tutor— Buenas noches —y salió corriendo de la oficina.

—Claro que no te escaparás esta vez.

Tsuna sabía que debía evitar a toda costa a Reborn desde ese punto o todo el progreso para superar su "obsesión" se iría por el caño, por eso y hasta nuevo aviso se encerraría en su cuarto. O ese fue su plan. Corrió lo más rápido que pudo, abrió su puerta, pero cuando quiso cerrarla alguien la detuvo. Estaba perdido, Tsuna lo sabía y aun así intentó luchar, pero era hasta obvio que perdería pues le temblaban las piernas y estaba algo perdido debido a la vergüenza que lo inundó hasta hace poco.

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