XLVI

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Desde que te vi otra vez, subo todas las noches al tejado.

Y tú lo haces también.

Siempre llevas el pelo suelto, como si supieras que me encantas así.

Hoy has venido en pijama, envuelta en una fina manta que te has echado sobre los hombros.

Y como cada noche, nos hemos observado en silencio.

Me pregunto qué piensas mientras me miras.

Pero deben de ser cosas buenas, ya que sigues subiendo al tejado todos los días.

¿Disfrutas de mi compañía?

Porque aunque no hablemos, yo sí disfruto de la tuya.

Mientras nos observábamos, he sentido unas ganas irremediables de sonreírte.

Y de besarte.

Pero como nos separaban varios metros, me he limitado a sonreír.

Y tú, Maggie, me has devuelto la sonrisa.

Y el mundo se ha parado durante un instante.

N x.

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