Aquel vagón de tren.

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Yo miraba, discretamente, como usted observaba el transcurrir de las horas, cuyo tic-tac llenaba aquel vagón de tren en una marcha sin fin, y como, con sus frágiles manos, su esposa pasaba las páginas de un libro de tapas rojas.
Entonces no me di cuenta, pero ahora, se, que ustedes son mis padres. Los que me abandonaron en aquella casa de locos. Alli estabais, sentados frente a mi. Como si fueseis unos ángeles que no han roto un plato en su vida.

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