Broken

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Discutimos, fuerte, más que nunca. Yo me había equivocado, y me lo reprochaba mucho, demasiado.
Me dolía cada palabra más, y yo no dejaba de repetir que lo sentía, que no lo hacía a propósito, pero seguía gritándome, cada vez más fuerte. Y yo no pude más que huir con lágrimas en los ojos.
Sus palabras estaban grabadas a fuego en mi cabeza, y, cada vez me iba creyendo un poco más que era verdad. Y a pesar de eso, no me acostumbraba a ello.
Una noche, cuando ya estaba más tranquilo, fui a verle, le dije que lo lamentaba mucho, que no volvería a pasar, que por favor me perdonase. Y lo único que hizo, fue mirarme seriamente, girarse e irse sin dedicarme nada más que un gesto de desprecio.
Aunque me hubiese equivocado, merecía más que lo que me dijo, de mejor manera y más respeto por su parte.
No pude volver a ser el mismo, y un día, al volver a casa y sin poder más, llené la bañera con agua helada, cogí un cuchillo de la cocina, miré fijamente mis muñecas y me hice dos cortes verticales en ellas, cerré los ojos, notando como poco a poco dejaba de sentir y la sangre fluía fuera de mí, alcancé a ver como el líquido se volvía rosado y luego rojo y esperé  el final que me merecía.

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