Capítulo 1: bufanda granate.

3.3K 298 33
                                    

—Voy a cortarle los huevos —espeta de pronto.

—No vas a hacerlo —replico.

La ojiverde me mira con ojos desorbitados.

—¡Pero Ginger! —exclama—. ¡Eres realmente una idiota! Por favor, Ginger, por favor, no me digas que has vuelto a perdonarlo.

Dirijo mi mirada a mis pies. Es una respuesta clara para mi mejor amiga, que conoce todo mi lenguaje corporal. Suelta una exclamación llena de palabras malsonantes y después se da una palmada en la frente.

—Idiota —dice.

—Cállate, Cath, tú no lo entiendes.

—Desde luego que no —afirma, dándome la razón—. Nadie en su jodida vida lo haría. Ni el mismo gilipollas que te hace lo mismo día tras día lo cree. Estoy segura.

Cath, mi mejor amiga desde la infancia, nunca me ha gritado. A excepción de este último mes. Comprendió la primera vez que perdoné un engaño. La segunda vez, lo respetó a regañadientes. Después de la tercera, comenzó con su sarta de insultos dirigidos hacia el chico en cuestión: Evan Wright.

—Lo quiero tanto... —susurro.

Estamos en mi habitación. Normalmente salimos a cafeterías o centros comerciales, pero hace tanto frío que hemos decidido quedarnos en casa. A Cath cualquier sitio le sirve para regañarme como una madre sobre mis líos amorosos.

—Lo quiero tanto —repite, incrédula—. Mira, ese tío te ha engañado con todas las chicas del instituto.

Levanto la mirada y miro sus penetrantes ojos verdes.

—No contigo —repongo, no muy segura.

Ella bufa y levanta la mirada al techo, tratando de calmarse.

—Estoy totalmente segura de que si se hubiera acostado conmigo, habrías terminado perdonándolo a él y enfadándote conmigo —dice—. Y eso, Ginger, no es normal.

—No habría pasado —repongo.

—Lo que tú digas —dice—. Creo que ha llegado el momento de que termines con la relación. —Voy a replicar, pero me interrumpe—. Piénsalo bien, ¿eres feliz? Vale, tal vez lo seas en el momento poscoital en el que te abraza bajo las sábanas y te susurra mentiras al oído, pero, ¿y después? ¿También eres feliz cuando lo pillas en la cama con otra? ¿También eres feliz cuando todos en el instituto te miran con lastima, a sabiendas de los detalles de tu desastrosa vida amorosa? ¿Lo eres también por las noches, cuando lloras? ¿Y cuando...

—¡Cállate! —chillo—. No lo entiendes, joder, no lo entiendes —repito—. No sabes lo que duele querer a alguien de esta manera. Sé que es malo, ¿vale? Lo sé, pero soy incapaz de dejarlo. No puedo. Soy débil. Lo sabes.

Cath frunce el ceño, pero respira hondo tratando de calmarse. No le gusta discutir conmigo, lo sé, a mí tampoco, pero parece que no pasa un día sin que ocurra desde que Evan apareció en mi vida.

—Será difícil al principio, pero te prometo que después te sentirás mucho mejor —murmura muy bajito, como si compartiera una secreto conmigo.

Cath había tenido su primer novio a los catorce años. Él era mucho más mayor, tenía diecinueve. Compartían una relación secreta. Ella decía quererlo, y él decía corresponderla. De pronto, una noche, le dio un empujón. A la siguiente, un puñetazo. Y las cosas iban cada vez a más. En el instituto pensaban que era cosa de sus propios padres. Pero no, la culpa era de su novio, después de verla hablar con algún chico de su clase para pedir apuntes. Incluso envidiaba que pasara tanto tiempo con ella. Cath me apartó de su vida, y solo por él.

Muñeca de porcelana.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora