CAPÍTULO 3
Era incomprensible que alguien como ella estuviera ante el altar a punto de comprometerse en matrimonio.
No lo hizo por su propia voluntad ,sino que tuvo que hacerlo, no había otra solución. Su padre realizó malos negocios y pidió mucho dinero prestado al banco, ahora que había muerto , el banco las estaba amenazando con quitarles la casa y también con mandarlas a la cárcel sino pagaban a tiempo, pues la deuda era mayor que el valor de la casa.
Johana nunca hubiera podido pagar con su empleo de cajera de supermercado, su hermana todavía estaba en la escuela y su mamá era una pobre anciana enferma que ya no podía trabajar.
No encontraba solución por ningún lado y le tocó renunciar a su ideología asexual y feminista para salvarse ella y su familia de la cárcel.
Fernandito se dio cuenta del problema y entendió que era la oportunidad perfecta para entrar de nuevo en la vida de ella. Se presentó en su casa con una actitud de caballero deseando salvar a una frágil dama en peligro.
Johana aceptó su propuesta, el se comprometió a pagar la enorme deuda a cambió de que se casaran lo más pronto posible
Fernandito no la había olvidado, se quedó con las ganas de poseerla, ahora se sentía como un conquistador que venció en la batalla, mientras que ella se sintió como una mercancía comprada.
Así llegó el día del matrimonio, pasó la ceremonia, la fiesta y luego llegó el gran momento de la noche de bodas. Por fin estuvieron solos los dos. Pero antes de que la tocara , ella se encerró en el baño y no quiso salir.
Fernandito le pidió, le rogó y luego le exigió que saliera , con toda su autoridad de marido, pero ella no obedeció solo le dijo: No lo voy a hacer contigo, todo esto fue un error, yo no te amo.
Quiero divorciarme mañana, voy a trabajar mas para pagarte el dinero.
El se enfureció, se sintió herido en su orgullo de hombre, derribó la puerta a patadas y la arrastró hasta la cama.
Trató de besarla, pero ella lo mordió, lo arañó y le dio bofetadas, entonces el le arrancó la ropa y la violó lo mas duro que pudo . Al final sintiéndose victorioso le dijo: Ahora eres mía.
Johana se quedó llorando de impotencia y de dolor, se sintió invadida y vacía al mismo tiempo, como si hubiera perdido algo que ya nunca volvería a recuperar. No sabía si era su virginidad, su libertad o su dignidad lo que le dolía haber perdido.Pero en ese momento entendió mejor que nunca a su madre y a todas las mujeres que vivían sometidas a la voluntad del hombre.
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