Riesgo de muerte

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Su cuerpo no era suyo, sus ojos tampoco, tan sólo la sensación de que su cabeza estaba en alguna parte entre un lugar y otro, era algo realmente extraño, usualmente, cuando se internaba en la mente de alguien era algo pleno, se abandonaba así misma, pero en esta ocasión estaba siendo plenamente consciente de la intrusión, como un paseo por una vida ajena. Veía la oscuridad a su alrededor, la luna en el cielo, la brisa alzaba el olor de los árboles, estaba en el Bosque Oscuro, junto con Hermione y Umbridge, por las gafas que pesaban en el puente de su nariz debía de estar sumida en la cabeza de Harry; entonces su mente dio un vuelco y dejó de estar presente en aquel lugar, todo lo contrario, estaba en una sala llena de orbes, de aquellas misma bolas de cristal que la profesora Trewlaney usaba para sus clases, podía ver a Sirius de rodillas frente a ella, resistiendo alguna clase de extraño y extremo dolor, y era ella quien se lo inflijía. Podía notar sus propios ojos moverse alterados bajo sus párpados pero era incapaz de alzar o mover una ínfima parte de su cuerpo, ser consciente de su existencia pero no poder utilizar su propio cuerpo era una sensación demasiado horrible.

La visión volvió a moverse, aunque solamente apreciaba oscuridad, no eran imágenes lo que llegaba hasta ella, sino un mensaje desesperado, un pensamiento a gritos, algo que alteró hasta el último de sus vellos. Era la voz de Snape, la reconocería donde fuera, pero estaba agitada y agobiada, parecía que repetía aquello como un mantra, esperando que alguien lo escuchara, pedía auxilio, ayuda, pero no para él, entonces las palabras de Harry se entremezclaron creando un sonido totalmente nuevo. "Tienen a Canuto. Tienen a Canuto en el lugar donde la guardan". Quería ponerse en pie, gritar que Sirius necesitaba ayuda, que lo había visto en los recuerdos de Harry, que había escuchado la llamada de Snape, y debía de ser algo exageradamente urgente como para escucharlo desde Hogwarts, pero su cuerpo no respondía, estaba atrapada en la nada, sin ser uno con los ojos ajenos pero sin habitar en su propia piel.

Todo se volvió borroso ante sus ojos, de repente su mente fue una bomba de pensamientos distintos, como aquellos años en los que no podía manejar su legeremancia y escuchaba a todo el mundo a la vez, era la voz de Ginny, la de Luna, la de Hermione, la de Neville y la de Ron, gritando todos a una por ayuda. Todas las imágenes eran las mismas, aunque desde distintas perspectivas, la transición entre una persona y otra era como si pasaran una película a cámara rápida, estaba comenzado a marearse, recordando porque Snape insistió tanto en que controlase su don, si esto fuera así siempre, se volvería loca. Seguía en el bosque, discutían, unas bestias se acercaban, eran aquellos espectrales caballos, thestral... estaba sobre ellos, sentía pánico y emoción al mismo tiempo, quería vomitar pero también gritar de alegría, volaba por el cielo a bastante velocidad, veía Escocia a sus pies, veía Inglaterra, estaba en Londres.

Se estaban moviendo, Harry y los demás habían salido de Hogwarts, esto era demasiado peligroso, Voldemort andaba suelto en algún sitio, no estaban a salvo en Londres, pero su cuerpo seguía sin responder. Sentía pánico, pero ese sentimiento no eran ajenos, eran suyos, ¿cómo no tenerlo? No podía controlar su cuerpo, era como si su alma lo hubiera abandonado, como ser un fantasma, tan sólo quería volver y despertar, pero incapaz de ello, estaba sumida en la oscuridad siendo iluminada únicamente por la luna en los pensamientos ajenos, pero observándolos desde un tercer punto totalmente ajenos, sin ver de verdad con sus ojos, sin sentirse de verdad en sus cuerpos. Estaba en la nada y ella era humo. Las imágenes volvieron, la luz esta vez provenía de las varitas encendidas, había cientos de puertas ante sus ojos, las cosas más insólitas entre ellas, y entonces aquel lugar, las interminables estanterías llenas de bolas de cristal, de profecías, era el lugar en donde había visto a Sirius, donde estaba siendo torturado, y una corazonada le decía que era Voldemort quien sujetaba la varita ejecutora. 

Entonces, no supo si fue el pánico extremo y agobiante que sentía, o la sensación de peligro mortal e inminente sobre los menores, pero su cabeza dolió como si le hubiera golpeado el Sauce Boxeador y sus ojos se abrieron de golpe. No tuvo tiempo de mirar donde estaba, aquel mareo que le había estado acechando junto a la experiencia de los thestrals, hizo que se alzara sobre uno de sus brazos y comenzara a vomitar, fue amargo y altamente desagradable, pero se sintió mejor después de aquello; sus ojos comenzaron a enfocar lo que había frente a ellos, viendo el vómito sobre un suelo de madera, era amarillo y tenía restos del sándwich de atún que había tomado en la tarde, pero sobretodo era rojo, carmesí, y algo le dijo que era sangre, su propia sangre. Alzó levemente los ojos, sintiendo su cuerpo demasiado débil, aún así agradeciendo volver a él, estaba en una casa, era algo campestre y hogareño, un familiar olor llegó hasta su nariz y todo estuvo bien, olvidó el pánico y el dolor de todo su cuerpo, por un segundo hasta olvidó a los menores, simplemente todo se sentía correcto. Olía a George.

Noticing a HufflepuffDonde viven las historias. Descúbrelo ahora