Viajar hasta Pragma había resultado un camino lleno de baches, mentiras y reflexiones. Por un lado, temía la que sería su propia reacción al ver a Vanko tras tantos años; por otro, había tenido que mentir a Nathan, su mejor amigo, para llegar hasta aquella isla que se hallaba oculta en medio del Océano Atlántico. Durante el viaje, el olor a mar la había abrumado hasta provocarle náuseas. Se había sentido más sola que nunca al buscar, entre sueños, la mano de la que siempre la acompañaba en este tipo de travesías, y no encontrarla.Había pasado mucho tiempo desde aquella última vez, sí. Por aquel entonces, las cosas no habían ido bien. Habría querido gritarle a su padre que estaba harta, que aquella no era la vida que ella habría deseado; que no le dio la oportunidad de elegir.
Pero él nunca estuvo presente en sus horas de soledad.
Había tenido que tomar un vuelo desde París hasta Londres, que era el lugar donde se encontraba la pequeña compañía que se encargaba de esa clase de viajes. Realmente, era sorprendente lo que esa oficina con aspecto destartalado era capaz de ofrecer: "una experiencia sin igual" aseguraban todos los carteles colocados metódicamente en su interior.
Veréis: Pragmatikótita no es que fuera un lugar muy conocido. Los bosques adornaban la preciosa isla y el mar la refrescaba cada mañana. Y a pesar de estar en medio de la nada, nunca se veía atormentada por la rebeldía del mar. Pragma estaba muy bien protegida, de eso no cabía duda. La bendición de Poseidón había recaído sobre aquella zona, por suerte para los traviesos habitantes del lugar.
A decir verdad, habría sido un lugar idílico al que acudir en vacaciones, de no ser por que no tuviera las puertas abiertas al público. Para acudir allí, se necesitaba invitación o, por lo menos, que en Taxídia (la compañía encargada del transporte a las islas de Las Moiras) se tuviera certeza de que hubieras sido apadrinado allí en algún momento de tu historia. El segundo de ellos era el caso de Katia, nuestra protagonista.
Katia era una chica cuya belleza resaltaba entre la multitud. Había sido bautizada en Eftychía a petición de su padre, y ése había sido el don principal que había recibido al nacer. No la sabiduría con la que contaban los tragodios, ni mucho menos la astucia de los pragmodios. Katia sólo contaba con su encanto, pero habiendo sabido hacer buen uso de él, había conseguido todo lo que se había propuesto y más.
Sus ojos verdes habían logrado hipnotizar a todo aquel que la había visto desde el primer momento, y su lacio cabello negro azabache habría cautivado hasta al corazón más frío de todos. Sin embargo, ella había tenido claro desde el primer momento en que vio a Nathan que sería él el único hombre con el que tendría una relación cercana en los próximos años.
El trayecto en aquella barca guiada únicamente por alguna de las ninfas de Poseidón había sido algo más largo de lo habitual; quizá lo sentía así porque hacía mucho tiempo que no recorría esas mismas aguas, o porque era la primera vez que lo hacía sola. Tampoco lo sabía a ciencia cierta, ya que había decidido despojarse de su reloj antes de decantarse por volver a visitar aquellos lares. Había decidido junto a Nathan que la mejor manera de hacer que aquello pasara más rápido era sin preocuparse por revisar la hora constantemente. Claro estaba que él no conocía la verdadera situación, pero sí lo básico y, ¿a quién pretendía engañar? Ambos sabían que unas vacaciones improvisadas junto a su padre eran lo que eran: un martirio.
No había cobertura mar adentro, y la excusa que había usado con respecto a su ingenuo jefe era que hacía días que su dispositivo móvil no funcionaba como debía y, ya que el viaje había sido "completamente improvisado" (entre muchas comillas), no le daría tiempo a hacerse con uno nuevo antes de partir. Al fin y al cabo, sólo serían 2 semanas atascada en medio de la nada, rodeada de caras conocidas y nombres olvidados. Adentrarse de nuevo en aquel mundo del que había buscado escapar a toda costa durante lo que llevaba siendo toda su vida, en aquel mundo que la perseguiría hasta la eternidad.
¿Qué podría salir mal?
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Black-hearted
FantasiaKatia emprende un viaje a una isla escondida en el océano Atlántico, un lugar idílico donde le esperan ansiosos los brazos de su padre, recuerdos que creía haber dejado atrás y múltiples aventuras que le harán reconsiderar todo cuanto había creído h...