Capítulo 1

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Sintió la delicada y aterciopelada hierba de Pragma hundirse bajo sus pies al bajar de aquella desgastada barca, que se balanceó hasta hundirse por completo en el mar que la había acogido durante la noche anterior. Ya bajo éste se encargarían de llevarla de regreso a Londres, lugar al que pertenecía.

Solamente divisando el paraíso que se mostraba ante sus ojos pudo sentir que acababa de escapar de su vida normal. A pesar de seguir en La Tierra, se encontraba en un universo completamente diferente. Algunas hadas revoloteaban por el lugar, recordándole lo mucho que se había divertido persiguiéndolas y cayendo en todas y cada una de sus trampas cuando era pequeña. Se preguntó cómo se encontraría por aquel entonces la pequeña Daisy, a quien ella misma había visto nacer del minúsculo vientre de Mary. Sabía que, tarde o temprano, la vería. El tiempo no parecía transcurrir allí. El sol brillaba a lo alto de la Colina Fracturada, partida en dos por un rayo a causa de la furia de Zeus al ver que su propia hija, Atenea, no había sabido hacerse cargo de sus enviados en medio de una guerra que se había concebido años atrás.

Antes de que pudiera dar un sólo paso más, sintió cómo un cuerpo se abalanzaba sobre el suyo propio. La única persona que habría sido capaz de abrazarla con tanta firmeza y demostrando tanta cercanía era Eileen, quien había cuidado de ella cada vez que había estado allí, mientras su padre y su madre paseaban calmadamente por el lugar, tratando de ponerse al día, aun sabiendo que su relación en sí siempre sería una carrera a contrarreloj.

Katia sabía que Eileen llevaba ya un par de años en una relación con su padre; él mismo se había encargado de comunicárselo a través de su inusual y espontánea correspondencia por correo. Dadas las circunstancias, normalmente le habría resultado cuanto menos incómodo abrazar a la mujer que la sostenía con fuerza, pero habiendo sido ella su principal guía de pequeña, eso no le importaba nada en aquel momento. Su cerebro se tomó un descanso durante los pocos minutos que duró el abrazo, y fue su corazón en el que se fundió plenamente en él, buscando consuelo después de tanto tiempo.

Fue sólo al separarse de ella cuando se dio cuenta de cómo algunas lágrimas habían comenzado a surcar por su mejilla. Se las limpió justo a tiempo para que Vanko no se las viera, pero pudo ver en Eileen el atisbo de una melancólica sonrisa que la hacía cómplice de aquel secreto.

Había visto por última vez a su padre hacía ya 5 años. No había querido regresar antes, no se había visto preparada para mirarlo a la cara sin desear escupirle. Le había tomado mucho tiempo aceptar que lo sucedido no había sido culpa suya, pero lo había hecho, pacientemente. Sin embargo, el atisbo del rencor aún asomaba al contemplar el semblante de aquel hombre que tantos quebraderos de cabeza le había provocado.

No sabía si correr a abrazarlo o quedarse allí, parada. No sabía cómo saludarlo, y hasta dudó haberlo perdonado realmente. Por suerte, y aunque aquellos pocos segundos se le hubieran hecho eternos, su padre la rodeó con sus brazos, no permitiéndole pensar más. Entonces sí quiso llorar, y sintió un tenso nudo en su garganta. Pero retuvo sus lágrimas. Era poco proclive a derramarlas, pero aquel momento era lo más real que había sentido desde hacía ya bastante tiempo. Aun así, tenía un control muy firme sobre sus propios sentimientos, y logró guardárselos todos para otro momento.

–Ha pasado mucho tiempo, ¿eh? –Susurró en su oído, antes de alejarse.

Los ojos de Katia se cristalizaron, pero no permitió que la situación la perturbara más allá de eso. Simplemente, negó con la cabeza para sí misma y se limitó a responder a Vanko, a quien había visto muy cambiado desde aquella última vez.

–El que debía pasar –contestó, con la cabeza en alto, no permitiendo que descubriera las sensaciones que estaba segura de que reflejaban en aquel momento sus ojos.

Black-heartedWhere stories live. Discover now