Takano y Yokozawa

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—¡Eh, Takano! –toc, toc– Tienes que salir en algún momento de ese cuartucho inmundo, ¿¡me estás escuchando!?
Todos los días igual... –refunfuñó Yokozawa en voz baja–
¿Es que ni siquiera piensas salir a comer algo?

Takano abrió la puerta:

—No tengo hambre.
—¡Por dios, Takano! ¡Apestas! ¿Cuándo fue la última vez que tomaste un baño?
—¿Acaso importa?
—Claro que importa ¡A mí me importa!
—¿Por qué te importa?
—¿Cómo que por qué? ¡Eres mi amigo, idiota! No me gusta verte así.
—Si no quieres verme así, entonces porqué insistes tanto en que salga de la habitación, ¿Eh?
—... –Yokozawa enmudeció un instante.
—Solo... no quiero arrastrarte conmigo ¿entiendes? Estoy en un agujero del que no puedo salir.
—¿"No puedes" o "no quieres"? –insistió Yokozawa– Tienes que hacer un esfuerzo para poder salir de ese agujero del que hablas.
Aislarte de todo y de todos no te hace bien y, a la larga, solo empeora la situación. Cada vez estarás más y más hundido.
—Lo sé, pero...
—Sal conmigo.
—Y-yo no... –Takako se ruborizó– ahora no estoy en condiciones de salir con nadie.
No sería justo para tí, aún no he olvidado a...–Yokozawa carraspeó para evitar escuchar el nombre del chico, que tanto daño le había hecho a su amigo.
—Me refiero a salir a beber conmigo, esta noche –aclaró Yokozawa–. Sé que no estás en condiciones para empezar una relación con nadie y jamás se me ocurriría pedírtelo.
Eh, ¿que respondes?
—... –Takano suspiró desangelado.
—Serán solo un par de copas, lo prometo –Yokozawa cruzó sus dedos para que Takano pudiera verlo.
—Te agradezco la invitación, pero no me apetece. Creo que me iré pronto a dormir.
–¡Pero si te acabas de despertar! Es imposible que tengas sueño ¡Vamos! –animó Yokozawa–, solo estaremos fuera una hora.
—¿Me prometes que después, dejarás de preocuparte tanto por mí?
—Si eso es, lo que realmente quieres, lo haré –dijo Yokozawa cabizbajo–. Dejaré de molestarte.
—Esta bien, una hora... –Takano se resignó– tomaré una ducha rápida y saldremos al bar de la esquina.