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05. Cita con Blake

Salió temprano de la casa de Joey con la intención de arreglarse un poco más antes de ver a Blake. La idea de su falta de entusiasmo ya había desvanecido al saber que ya había hecho las paces con el castaño, mientras que se sentía como una niña pequeña caminando hacia el café que el capitán de fútbol le había indicado.

Entró con su mayor intento de disimular calma, a lentos pasitos de bebé como solía hacerlo cuando se encontraba nerviosa. Sonrió al notar las paredes de madera del lugar, le reconfortaban tanto como lo hacía su casa. Observó al rubio sentado en una mesa de metal para dos, pegado a su teléfono y con una delicada rosa roja apoyada en el mueble.

Se apresuró un poco, y observó a Blake radiante como siempre solía serlo mientras que arrastraba su silla hacia atrás para sentarse al frente.

El chico esbozó una de sus
arrasadoras sonrisas. Estaba perdido en la pequeña Savannah. Se veía hermosa, y se sintió honrado por un momento de tenerla a su lado.
Tomó la rosa de la mesa con seguridad, y arrugó su nariz tiernamente haciendo que la castaña riera.
El corazón de Savannah iba a millón por segundo, y aceleró un billón de veces más con la rosa ofrecida por parte del rubio.

―Te traje una bonita flor, pero la más hermosa eres tú ―exclamó, entregándole aquella roja maravilla a Savannah.

Sonrió sin mostrar su dentadura, y juró en aquel momento que las palabras de Blake estaban ensayadas. Sintió aquella presión en su pecho, y pensó que era la más afortunada del mundo al tener a aquel chico a su lado. Jamás había conocido ese profundo lado tierno del rubio, y sin lugar a dudas le fascinaba.

Reaccionó después de unos segundos, y tomó la rosa con cautela mientras que su cita soltó una carcajada leve al saber que su misión fue todo un éxito.
Blake quería impresionarla, y no estaba fallando.

―Que dulce es usted, señor Gray ―Rió con gracia la castaña, emocionada al saber que su primera cita no iba a ser un fracaso.

―No agradezca, señorita Cooper ―respondió el chico, aún con su brillante sonrisa de por medio en sus finos labios.

―El lugar es muy lindo ―comentó, buscando establecer una conversación.

―Lo sé ―Se limitó a responder―, por eso te traje. Es mejor que ir a un Starbucks o algo por el estilo.

―Pues, mi primera cita va excelente... ―Rió la chica.

Se retorció en su asiento, y quiso omitir las palabras «primera cita» de su última oración. Sintió que quedó como una ingenua novata, y pensó que a Blake no le agradaba aquello.

―¿Primera cita? ―Sonrió coqueto el rubio.

―Sí...

Se sintió avergonzada, y aunque hacía un gran esfuerzo por lucir segura sabía que aquellas mejillas que se tornaban rojizas decían lo contrario.

―Hablando de primeras cosas, te tengo una pregunta.

―Dila.

―¿Por qué? ¿Por qué decidiste aparecer de pronto en la preparatoria?

Tragó saliva, ni siquiera ella sabía responder aquella pregunta. Blake colocó sus puños en la mesa, interesado ante su posible incoherente respuesta.

―No lo sé, ¿Pubertad? ―Alzó sus hombros, con una extraña expresión en su rostro.

Blake rió.

―Tal vez simplemente llega un momento en el que te cansas de ser invisible, y te das cuenta de que en un año terminarás la preparatoria y quieres hacer los mejores recuerdos ―justificó―. Aunque te de miedo arrepentirte de aquellas aventuras...
Aquel rubio la miró con ternura, y decidió darle el aliento que cambiaría su verano:

―Tendrás los mejores recuerdos, te lo aseguro.

Ambos rieron, y se miraron como aquellos tórtolos de películas que nunca antes habían imaginado que se enamorarían. Savannah estaba perdida en aquella chaqueta azul del equipo de fútbol, en lo excelente que le quedaba a ese chico. Miró con cautela de detalle cada movimiento y tono de Blake mientras que ordenaba unas malteadas, y se sintió como una niña con juguete nuevo. Sentía que aquello era un sueño, uno en donde el premio de salir con el rubio que había deseado toda su vida se hacía realidad.

Pasaron la tarde en charlas con batidos de fresa y chocolate, charlas tan interesantes y anticuadas como solían serlo en décadas pasadas. Blake se sentía fascinado, como nunca antes lo había estado por alguien. Sintió que no debía dejarla, y que su deber era protegerla a toda costa.

―A ver, si tuvieras que escoger entre la familia de tu papá o la de tu mamá ¿Con cuál te quedas? ―preguntó Savannah risueña, estaba tan feliz que no le importaba siquiera mostrar un pequeño bigote de malteada. Estaba radiante, y aquello era lo que importaba.

―Con la de mi mamá, en lo absoluto ―respondió un poco cortante.

Estaba desconcertado, tenía su vista puesta en un chico sentado atrás de su querida Savannah. Su expresión se había vuelto más seria, y sus pómulos se encontraban enfurecidos. No quería que otro chico que no fuera él tuviera puesta su mirada en la castaña, y mucho menos en la manera en la que él lo hacía.

Savannah frunció el ceño, y agitó con la pajilla lo poco que le quedaba de su batido de fresa. Se lo tomó de un solo trago, y miró con nerviosismo a Blake. Detalló sus puños apretarse mucho más, y hasta notó un poco rojizas las mejillas del chico. Intentó pronunciar una palabra, pero pensó que si hablaba lo haría molestar, y eso era lo que menos deseaba.

―Hay un chico sentado detrás de ti que te ve demasiado, Savannah ―comentó, arrugando sus labios.

La chica soltó una risa. Le pareció cómico el hecho de que aquel simple acto hiciera que se saliera de sus casillas. Blake la miró con confusión, mientras que sus puños poco a poco perdían fuerza sobre la mesa. A Savannah aquello le hacía sentir deseada, y no le incomodaba del todo como antes solía hacerlo.

Volteó con cuidado hacia atrás, y detalló a un castaño de nariz respingada con orejas puntiagudas y unas cejas poco pobladas. Se trataba de Jacob, y sabía que aquel chico no era capaz de tocarle ni un pelo a pesar de que fuera un favor que ella le pidiera.

―¡Blake, tranquilo! ―habló, cuando se volteó―. Es Jacob, el año pasado estábamos juntos en clase de Arte. No me va a hacer nada malo.

Savannah sonrió relajada, esperando una respuesta positiva por parte de su acompañante.

Los puños del chico desvanecieron, y sus rasgos volvieron a ser un poco más amigables a comparación de hace unos cuantos minutos. Se levantó con seguridad de su silla, y se dirigió con aquella aura de autoridad hasta al asiento de la chica:

―Necesito aclarar unas cosas, quédate aquí... ¿Si? Regresaré pronto ―le pidió, con un coqueto guiño de ojo.

―Está bien ―respondió insatisfecha.

Y en cuestión de segundos, vio desaparecer a Blake junto a Jacob en la única puerta del café. Su pulso se aceleró, y se sintió un poco más insegura a no tener al rubio a su lado.

La noche se volvía cada vez más oscura, y los pelos se le colocaban de punta al no tener ningún rastro de Blake durante dos horas. Miraba nerviosa al techo del local por milésima vez, y marcaba a su número sin sorprenderle que la contestadora apareciera con aquel irritante tono. Pisoteaba el piso repetitivamente, sintiéndose como una fracasada al notar que su cita había desvanecido.
Se levantó de su silla, y salió por aquella misma puerta decidida a caminar en aquella noche tan fría, donde la única luz era la luna llena, y esperaba que una pequeña estrella alumbrase y le diese una pista de dónde se encontraba el primer chico con el que comenzaba a compartir su corazón.










n/a: ¡hola! ¡nuevo capítulo que espero les guste!
discúlpenme por estar tan perdida, si no tengo problemas de inspiración se trata de mi falta de tiempo.
haré lo posible por actualizar, pero necesito su apoyo notificando y dándole mucho amor en los comentarios a la historia

-liladreams

LITTLE SAV ✧ Joey Birlem; Blake GrayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora